En 2021, motivado por su ahora esposa, Mike Milfort, un joven haitiano que había llegado cuatro años antes a Chile, comenzó a subir contenido humorístico en redes sociales. Su carisma y sus videos, en los que se ríe de todo, propiciaron un ascenso meteórico como pocos. Basta con decir que pronto llegará a los diez millones de seguidores. Aquí, su historia: el Teatro Municipal, el modelaje, la música, Instagram, Tik Tok, los gatitos, lo del Moai y la paternidad.
El Santiago de hace siete años se mostró receptivo con Mike Milfort: aterrizó un miércoles de octubre y el jueves ya trabajaba en El Paraíso, una fábrica de figuras de yeso ubicada donde termina la calle Nueva Imperial. Trabajaba es un decir, por cierto. En sus primeros días aquí, sus compañeros, un puñado de sesentones, le ofrecieron un curso intensivo de picardía chilena, y Milfort, que a sus diecisiete ya había cultivado un tipo muy específico de humor, absorbió enseguida los detalles de la capacitación. “Siento que iba a que puro me hueveen”, se ríe. “Hasta el jefe paraba de trabajar pa’ huevearme”. Lo mandaban a comprar callampas o en ocasiones choros, cerciorándose de que él no manejara aún el doble sentido y luego celebraban juntos, a carcajadas. En cierto modo, rápidamente lo hicieron sentir como en casa y eso ahora el influencer lo agradece: “Me encantaron los chilenos porque son muy buenos pa’l hueveo. Mi tipo de contenido, mi humor roto, salió de esos viejos de sesenta y cinco años”. Claro, habrá también otros factores que permiten desmontar su contenido, pero iremos despacio.
Cuando Milfort cumplió cinco años, su madre entendió que lo mejor para ellos era mudarse de San Marcos, Haití, a República Dominicana. Cansada de depender de la ayuda de sus primos, repartidos entre Nueva York y otros países, buscaba independizarse, de modo que Milfort vivió su infancia y gran parte de su adolescencia allí. Al volver sobre ese período destaca, por ejemplo, las tardes que pasaba bañándose en La Pocita, la bella piscina natural que se forma en el barrio Gualey, o con sus amigos, sin otra preocupación más que jugar. “No es como aquí que los niños no se conocen, que están en el celu todo el día, allá salíamos harto”. La colección de recuerdos, sin embargo, también le permitió darse cuenta de otra cosa:
—Allá no hay futuro. No teníamos futuro. Por eso vinimos a Chile.
—¿Por qué dices que no tenían futuro?
—Porque en República Dominicana se ven mucho las drogas, lo que es la delincuencia. Pucha, todos mis amigos de la infancia ahora están en la cárcel o muertos. De hecho, la semana pasada me enteré de que mataron a mi mejor amigo de la infancia.
Y no era sólo la delincuencia: también el racismo, la xenofobia, la violencia. Aunque lo sospechaba, de eso se terminó de convencer cuando llegó a Chile en octubre de 2017.
—Es la cultura que siempre quise. Onda, en Dominicana yo estaba obligado a vivir en la violencia. Yo no tenía ninguna otra opción que ver violencia, que ver la mala vida. Y aquí Chile es un país tranquilo, ¿cachái? Entonces, despertái en la mañana, no sentís ruido. Allá en Dominicana despertái en la mañana y el vecino con la media bachata, limpiando, y el volumen a cien.
—¿Acá no pasaste por ninguna mala experiencia? ¿Nadie te discriminó o fue racista contigo?
—Una vez, en el Paseo Ahumada, alguien me empezó a gritar, pero pa’ mí fue un hueón, un pelagato más, jajaja. Eso no me ha pasado tanto. De hecho, es chistoso, porque eso me pasó más en República Dominicana. Allá hay un odio entre ellos y los haitianos, entonces un dominicano cuando se entera que erís haitiano va a ser súper racista, xenofóbico contigo. Y es chistoso, porque son negros siendo racistas con otros negros. Por ejemplo, desde el punto de vista del dominicano, el dominicano es blanco. Y hueón, había dominicanos más negros que yo, jajajaja.
—Por eso pasas de largo a esa clase de comentarios en tus redes.
—Sí, po. O a veces respondo cagao de la risa y burlándome, ¿cachái? Porque, de verdad, el racismo... Yo vengo de un país de gente afrolatina que son racistas. En comparación, Chile no es racista.
—¿Y crees que, desde que llegaste, ha cambiado algo de eso con el tiempo? Racismo, xenofobia, discriminación.
—Son un montón de factores que lo van alterando, pero sí, últimamente he visto comentarios feos. Hay comentarios que digo pero, hueón… Tengo amigos que son venezolanos y que la pasan mal. Que están acá hace años, que hacen sus cosas bien, que son gente tranquila, que no se meten con nadie y los tratan feo en la calle. Los tratan muy feo en la calle. Ya, te entiendo que cierta cantidad de personas que han venido, no sé, han hecho cosas malas, pero no podís por la culpa de mil, meter a una gran comunidad en un saco.
De cualquier modo, “Chile para mí es como un paraíso”, sintetiza Milfort, “un país lleno de oportunidades”, y lo traducirá al chileno así: si le ponís bueno, podís salir adelante.
En su caso, antes de convertirse en un influencer capaz de presumir a millones de seguidores en sus redes sociales, el joven haitiano trabajó en la fábrica de figuras de yeso de Nueva Imperial, tomó por un año un curso de canto en el Teatro Municipal —”Antes cantaba como el hoyo, ahora canto como el pi… jajaja”, bromea— y estudió dos años y medio Traducción e Interpretación de Inglés en la Universidad de las Américas.
—Después me di cuenta de que… a ver, pregúntame algo en inglés.
—Ehh…
—No, no, si no tengo idea, jajajaja.
Devuelvan el Moai
—Siempre quise ser conocido, pero me veía como actor. Me veía como actor, cantante de reggaetón o de rap, pero no como influencer. Me daban cringe los influencers. Los miraba y…
Mike Milfort acaba con un gesto de desaprobación.
Al cierre de esta nota, en Instagram son 1 millón 200 mil sus seguidores y en Tik Tok la cifra se estira hasta los 7 millones 800 mil. Números capaces de marear a cualquiera. Y a los que él, confirma, nunca imaginó llegar. En especial porque hace apenas tres años ni siquiera tenía públicas sus cuentas de redes sociales. “Siempre he subido hueás, mi rutina, contando anécdotas”, pero en ese momento, por mucho que lo instaran a retirar el candado y así llegar a más usuarios, era “sólo para mis amigos”. Algo que cambió concretamente al conocer a Melany Contreras, influencer de moda, dueña de la tienda La Bicharraka, su actual esposa.
—Con la Chichi nos conocimos dos meses antes de la pandemia, pero nos vimos en la pandemia. Nos conocimos por Tinder y en julio partimos la relación.
—Y ella te impulsó a crear contenido.
—Sí, mi señora me dijo: oye, Mike, pon tu cuenta pública y empieza a subir todo lo que tú subes en tus historias pa’ tus amigos en Tik Tok, y empezó a llegar caleta de gente. Ella es fundamental, porque todas las ideas buenas que he tenido y todas las decisiones importantes, todos los logros de mi vida, los he logrado gracias a ella. Es un pilar fundamental desde que la conocí.
—¿Y desde cuándo te llenaste de seguidores?
—Desde que abrí, en la primera semana.
—Entiendo, de hecho, que has tenido más cuentas.
—Yo he tenido caleta de cuentas. Ésta es mi cuarta cuenta de Tik Tok. Me han eliminado cuentas con un millón, con dos millones, con tres... porque me pasaba con las tallas, ¿cachái? Y Tik Tok decía: no, no, no, jajaja. Lo mismo en Instagram. En Instagram tuve dos cuentas más. Ahí tuve como doscientos mil. Si no, yo ahora tendría muchos más seguidores.
Poco tiempo antes de empezar con su meteórica carrera como influencer, Milfort buceó en el mundo del modelaje y se apropió de elementos que pronto incorporó casi como una sección a su catálogo. Modeló por un año en la agencia We Love Models y trabajó con marcas como H&M, Ripley, Falabella y Dafiti. Pero llegado un punto debió debatirse entre continuar o apostar por la creación de contenido.
—¿Elegiste la creación de contenido por el dinero?
—O sea, en el momento que decidí por la creación de contenido, ni siquiera generaba dinero. Me mantenía el modelaje. Yo elegí la creación de contenido, porque el mundo del modelaje no me gustaba. Onda, yo igual dejé de tener trabajo en el mundo del modelaje cuando empecé a generar contenido. Porque parece que cuando eres modelo no puedes crear contenido. Me limitaba. Vamos a suponer: pasaba mucho que yo quedaba en una campaña y, no sé, tal marca miraba mi contenido y decía no, ya no vamos a trabajar con él.
—¿Qué te decían?
—Que bajara un cambio. Siempre les molestó a las marcas en el modelaje mi humor, por lo tanto, con el tiempo, mientras más conocido me hacía como influencer, menos trabajo tenía como modelo. Llegó un momento en que estuve seis meses sin campañas. Así que ahí tomé la decisión de decir, ¿sabes qué? Chao.
—Pero igual hay harto del modelaje en tus videos.
—Y es bien chistoso porque mi contenido está muy relacionado a la moda, pero el mundo de la moda no me quiere, jajaja.
—¿Y cómo nace ese estilo tan tuyo, incluso a veces ocupando ropa de la Chichi?
—Siempre he visto Jojo’s, One Piece, animes que, hueón, están los hombres más machos del universo, heterosexuales, con sesenta minas y se visten de una manera no-tan-masculina. Y eso me llamaba la atención. Y más encima, mi mamá. Aquí influye también mi mamá, porque ella igual es muy exótica pa’ vestirse. Cuando yo llegué acá toda mi ropa era de la feria, no sé cómo mi mamá encontraba tantas joyas en la feria. Mi mamá, no sé, ve una zapatilla blanca, una negra y una roja, y adivina cuál va a elegir: la roja, jajaja. Igual mi mamá tiene el manso estilo. Lo heredé.
—Y la idea de ocupar la ropa de tu esposa, que también es buena parte de tu contenido, ¿cómo ocurrió?
—Se le ocurrió a ella. Un día, se compró un conjunto y justo no le quedaba. Un conjunto de corazones, que es mi conjunto más icónico. Ese es tan conocido, que se hizo famoso en gringolandia, en Rusia y, más encima, ese conjunto yo lo tenía pirata, así que la marca original me habló y me mandó caleta de conjuntos, jajajaja. Saqué canje. Y ahí empezamos a darle con los videos.
Al margen de sus looks, por supuesto, la base que sostiene el éxito de Mike Milfort en la industria para ser justos tendría que dividirse entre su carisma y un humor que prácticamente no conoce de límites. Los highlights de sus videos, de hecho, arrojan bromas sobre asuntos tan delicados —aunque no para él, por lo visto— como el color de piel o la ausencia de su padre biológico, y cada tanto juguetea con el dedo amputado a la mitad de su suegro. Desde hace unos meses, también incluye a su hija, a quien apoda su “Proyecto Zendaya” porque “de grande, me va a llenar de plata”.
—Yo doy mi opinión a través de mis videos. Y eso me encanta de mis seguidores, que captan mi ironía a través de mi contenido. Porque detrás de mi contenido, puedo estar hablándote algo chistoso y de repente te meto factos, jajaja. Siento que es algo que siempre he hecho desde chico, siempre me he burlado de lo mismo. Es un humor que he tenido de chico, pero siento que se volvió mejor cuando llegué a Chile.
—¿Y cómo se te ocurren los videos?
—Con muchos de mis videos yo sueño. Estoy durmiendo y me levanto: Chichi, tengo una idea, jajaja. Y armo yo mi propio guión. De hecho, ni siquiera armo guión, sino que voy grabando y ahí voy poniendo relleno, voy recortando. Me edito a mí mismo.
—¿Cuánto te demora eso?
—Todo va a depender. Si es un video narrando algo, cómo hice mi casa, cómo fui a hacer tal cosa, me demoro un poco más. Por ejemplo, en el video donde demando a mi hija me demoré quince minutos en editar. Pero todo el proceso fueron días de grabaciones, ¿cachái? Son cosas que voy grabando de a poquito, pero a la hora de juntarlo, lo edito rápido.
—¿Por qué crees que le gusta tu contenido a la gente?
—No es por creerme la raja, pero yo creo que es porque conecto con la gente, ¿cachái? Los influencers promedio no conectan con la gente, siento que son más robots. Yo, cuando algo me molesta, lo publico. Cuando quiero contar una anécdota acerca de mi vida, lo publico. Yo converso con mis seguidores. No sé si te hay fijado, como que un seguidor me responde algo, le saco una captura, lo subo y le contesto. Hueveo con ellos durante el día. A veces estoy todo el día hueveando con mis seguidores. A mí, cuando me piden fotos se acercan como a un amigo. Converso caleta con ellos y por eso yo creo que tengo una comunidad fiel. Onda, cualquier cosa que publico, siempre la gente reacciona, porque yo he hecho comunidad. Y por eso siento que la gente se enganchó conmigo... y con eso del Moai.
—El Devuelvan el Moai es clave: esto partió a mediados del 2023 y ya tenías un montón de seguidores, pero desde que lo incluiste, te hiciste todavía más conocido…
—Los que hicieron famoso lo del Moai fueron mis propios seguidores. Ellos, que han visto todos mis videos, se dieron cuenta de un patrón, jajaja. Mis seguidores empezaron a publicar en las redes sociales, oye, este hueón dice Moai todo el rato, y la gente que no me conocía fue a comprobar si era verdad, ¿cachái? Entonces fue culpa de ellos. Empezaron a cachar un patrón.
—Y tú lo aprovechaste.
—Es que hay ciertas tallas que a mí se me repiten, como lo del papá o el dedo de mi suegro. También está el Proyecto Zendaya. También me he fijado que ahora cuando la gente va a tener hijos, ya no le dicen bendición sino, no sé, Proyecto Mbappé. Le empezaron a poner Proyecto a sus hijos.
—Y agarró harto vuelo lo del Moai. Tus seguidores editaron Wikipedia, le spamearon al Museo Británico. Hasta tuvieron que limitar los comentarios.
—Mira, no sé por qué pasa esto. Mis mayores seguidores son chilenos, pero la mayoría de mis seguidores chilenos pensaban que yo no vivía en Chile. Entonces, lo del Moai como que les hizo darse cuenta de que estoy en Chile. Siento que fue algo que me ayudó a ser más conocido nacionalmente. A decirle a las marcas, por ejemplo, que este hueón hizo un movimiento con los chilenos.
—Llegó hasta al Presidente Boric…
—Yo quedé con cara de ¡¿yaaaa!?, jajajaja.
—Otra cosa por la que te quieren mucho en redes es porque rescatas gatitos.
—Sí, de pequeño siempre he sido amante de los gatos, pero he tenido experiencias dolorosas con ellos. Yo vengo de República Dominicana, un país donde el respeto hacia los animales no existe tanto. Y en Haití menos, hacen lo que quieren con los animales. Entonces, siempre me han envenenado gatos o les han pegado y llegan con alguna costilla rota y, como casi no había veterinarios, veía cómo se me moría lentamente mi animalito, po. Eso igual me hizo más sensible hacia los animales. Por eso, cuando llegué acá y vi que tenía la oportunidad de cuidar a los animales, empecé a hacerlo. Por ejemplo, si voy pasando y veo a un gato pa’ la cagá, ten por seguro que yo no paso de largo. Yo me devuelvo, lo recojo, le hago su tratamiento y le consigo algún hogar temporal, un dueño. Actualmente tengo cuatro gatos.
—En el mundo de la música, una de tus canciones se llama Con mis gatos.
—Un día dije Chichi, quiero hacer una canción sobre algo que me gusta. Y ya, mis gatos, vamos.
—¿Y cómo sigue el tema de la música? Incursionaste el año pasado.
—Son hobbies. Si me hago famoso y hago plata, genial, jajaja. Pero me quería dar el gustito. No quería quedarme con la duda de qué hubiera pasado.
—¿Vas a seguir sacando música?
—Sí, voy a seguir sacando música. Pero todo a su debido tiempo.
—¿El stream también era por hobbie?
—En el stream me iba excelente, pero pasó algo: me mudé de casa. Yo streameaba caleta, pero me mudé y lo dejé, porque empecé a construir la casa, no tenía nada armado y más encima nació mi niña. Entonces, imagínate mi niña durmiendo y yo: ¡¡¡waaaaa!!!, jajaja.
—Te subiste a principio de año al Comedy Bar. ¿Te ves como un standupero?
—Me gustaría. Lo hice y me fue bastante bien, pero siento que es muy cansador. Me dio paja, jajaja. Lo haría, pero me da tanta paja tener que preparar un guión, no saber cómo va a reaccionar el público... Me puse un poco nervioso, así que no sé. Lo tengo ahí.
—¿Te queda algo por hacer?
—Pienso poner mi propia productora. O trabajar en el área creativa de una marca, porque yo siento que puedo aportar.
—¿Qué podemos esperar de ti próximamente?
—Mi proyecto más próximo es hacer contenido de viaje. Da igual cómo, pero en algún momento lo voy a hacer. Creo que ése es el salto que me falta para volverme más internacional y volverme más grande como influencer. Ya hice todo lo que tenía que hacer en Santiago, ¿cachái? Pero me falta ir a otros lugares. Siento que para seguir creciendo necesito salir de Santiago y hacer contenidos en distintos lados, hablar de distintas cosas.
—¿Y hay algún lugar que tengas visto?
—Las Torres del Paine, el Desierto de Atacama. Onda, yo quiero hacer un video de una semana en el desierto. Una semana caminando en el desierto. Hacer como un reto. Videos que la gente va a decir wow, increíble, veámoslo.
—Lo último: ¿cómo ha cambiado tu vida desde que eres padre?
—Yo me siento bien. Ser papá es lo mejor que me ha pasado en la vida. ¿Se los recomiendo? No, jajaja. O sea, no es que yo vaya por ahí diciendo sé papá, sé papá. No, po. Hay que estar estable económicamente, hay que cumplir ciertos requisitos para ser papá. No es llegar y ser papá. Pero es lo mejor que me ha pasado. Es muy bonito despertar y verla. Además, mi niña es risueña, entonces se despierta cagada de la risa, te mira con cara de ilusionada y toda la cuestión. Me encanta ser papá, toda mi vida gira alrededor de mi hija ahora. Lleva cuatro meses y ya es el amor de mi vida.
—Pero igual la demandaste...
—Igual se fue demandada, jajaja. Es que es lo mejor que me ha pasado, pero como yo soy quejón, me quejo igual.