Netflix Bites: Así es el restorán de Netflix donde puedes jugar con la comida

Inaugurado el mes de febrero en la ciudad de Las Vegas, Netflix Bites se presenta como el primer restorán temático dedicado a una aplicación de streaming, en donde la ambientación y los platos celebran a tus shows favoritos del servicio.

Curiosamente Netflix no solo ha logrado asociarse como el lugar de las maratones de series, de la lucha libre y de las temporadas canceladas abruptamente, sino que también de la comida.Y es que para soportar una tirada de 8 capítulos al hilo siempre es necesario tener un buen picoteo, una comida ligera y el control remoto a mano para esos breaks necesarios para ir al baño.Así es como creemos que surgió la idea de Netflix Bites, el primer restorán temático de Netflix, que abrió este pasado mes de febrero en la ciudad de Las Vegas y que en La Cuarta decidimos visitar para conocer qué tal la experiencia.

Netflix Bites es parte de la oferta gastronómica que ofrece el MGM Grand Hotel, uno de los más importantes resorts que posee la ciudad del pecado: es donde actualmente se presenta David Copperfield, por ejemplo. Y como toda experiencia gastronómica de esta ciudad, el restorán se ubica en un laberinto de máquinas tragamonedas, ruletas y mesas de Blackjack, con un constante estímulo visual y auditivo que no para.

netflix bites

Todos los anuncios de Netflix Bites sugieren que hagas reservas, lo cual se puede hacer muy fácilmente desde un sitio web o directamente en Google, como lo hice yo. Sin embargo, cuando llegué y a pesar de no tener todas las horas disponibles, el lugar estaba a media capacidad. Puede depender, me imagino, del horario: yo fui a almorzar a las 13:30 del día (que en Las Vegas aún es horario de desayuno) y la ciudad realmente se prende de noche. Lo que es yo, hice mi reserva, me acerqué y ya me estaban esperando.

De hecho, el menú cambia dependiendo de la hora del día: hay platos que están siempre disponibles, hay otros que están solo en horario desayuno (hasta las 14) y la cena, que incluye un barco de Sushi de One Piece, empieza a eso de las 17.

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El lugar es muy colorido, con luces de neón con mensajes alusivos a algunas de sus series, y también con muchos cuadros animados basados en sus originales: desde Gambito de Dama hasta One Piece. Y las mesas en tonos naranjas pero también rojos, muy al estilo del logo de Netflix.

Por supuesto que el menú es temático, pero sin duda que los platos de franquicias que más se repiten son de El Juego del Calamar, de Stranger Things y realities como Love is Blind. Pero buscando en el menú puedes pillar platos inspirados en Bridgerton (un festín de té, sándwiches y pasteles), Big Mouth, Orange is the New Black y hasta la Hamburguesa WWE.

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Yo para ponerme a tono decidí pedir unos chilaquiles llamados Netflix and Chil-aquiles (gran juego de palabras), el muy llamativo “Luz Roja, Luz Verde” y un cheesecake de postre.

Lo primero que llegó fue el parafernálico plato de El Juego del Calamar, el cual es básicamente una docena de contundentes trozos de pollo frito deshuesado y al frente una ruleta, la muñeca de El Juego del Calamar y 3 salsas: una verde, una amarilla y una roja. La gracia es girar la ruleta y en el color que caiga es la salsa que debes usar y, por supuesto, cada una es más picante que la anterior. De hecho, la verde no pica nada, es de cilantro, la amarilla pica un poquito y la roja viene con chile ahumado y es la que más duele, pero tampoco tanto.

Por supuesto, se trata más bien de un plato para compartir, una experiencia colectiva, animada por todos los meseros del lugar que muchas veces pasaban y daban vuelta la ruleta sin que te dieras cuenta o animaban a que saliera el color verde. Una dinámica entretenida y además deliciosa porque el pollo estaba jugoso, sin aceite y las salsas realmente muy distintas.

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Y mientras comía mi docena de pollos, miraba a las otras mesas y la dinámica se repetía: habían papas fritas con un pollo de hule que sonaba (perdón por no entender la referencia), pizzas de Stranger Things que venían en cajas ochenteras y hasta tragos que se iluminaban por dentro. La atención al detalle, increíble.

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El Netflix and Chil-aquiles no tuvo nada de especial, más allá de recordarme lo ridículamente salvajes que son las porciones en Estados Unidos. El plato de Chilaquiles Verdes también estaba delicioso, el huevo frito en su punto y los ingredientes frescos (incluso pude identificar la misma salsa verde del plato de El Juego del Calamar) pero pude comerme solo la mitad. De nuevo, puede ser indicador de que hay que comerlos acompañados o de lo mucho que están acostumbrados a comer estos gringos, pero yo a esa altura no podía más.

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Salvo que faltaba el postre y me tenía muy emocionado. El postre se llamaba “It is (Cheese) Cake”, basado en ese desafío de internet que extrañamente luego se convirtió en un show de Netflix en el que hay que adivinar cuál es el pastel y cuál el falso. La mesera llega con dos platos idénticos, pero uno es el “cake” y el otro es el “fake” y antes de servirlo, te pregunta cuál crees que es el real y luego debes comprobarlo con tu cuchara. Uno de ellos se rompe fácilmente y el otro es duro como una piedra. Por supuesto, independiente de cuál elijamos, terminaremos comiendo el cheesecake, el cual es lo que es: un puro y simple cheesecake con salsa de frutilla.

Luego puedes dar vuelta y acercarte a los cuadros, ver memorabilia o ir al bar en el cual no hay precisamente series de Netflix, sino que deportes, porque claro, seguimos estando en Las Vegas.

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¿Los precios? Caros para ir solo, toda esta aventura me salió, propina incluida, unos 80 dólares. Con alguien más comiendo lo mismo, nadie quedaba con hambre y saldría más barato, pero en comparación a otros lugares de la ciudad, está bien. Además, hay tanto lugar para sacarse selfies, hacer historias y jugar con la comida, que acá sí les compro eso de que se paga por “la experiencia”.

La única deuda que me dejaron es ¿Y dónde quedó el plato de MindHunter?

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