Estrés, ansiedad, preocupación, tristeza, soledad, aburrimiento son algunas de las emociones que provocan esta problemática.
A muchas personas les pasa que en un momento de estrés o de infelicidad les dan más antojos o ganas de comer en mayor cantidad. Por esto la nutricionista Michelle Labbé reveló los motivos detrás de este fenómeno y dio un par de consejos para frenarlo.
“Estas emociones pueden tener un impacto importante en nuestros hábitos alimentarios y en nuestro estado nutricional, asociándose al sobrepeso y obesidad”, señaló la también académica.
“Existen alimentos que pueden influir en nuestro estado anímico, generando una interconexión entre nuestras emociones, los patrones alimentarios y nuestro estado de salud y nutrición”, agregó.
Esto puede provocar un hambre emocional, lo que se define como la propensión a comer en respuesta a las emociones, es decir, nuestro estado de ánimo puede influenciar cuánto y qué es lo que comemos. Asimismo, se asocia al estrés, la ansiedad, la preocupación, tristeza, soledad, aburrimiento, entre otros
“Cuando comemos por motivos emocionales, estamos utilizando los alimentos para aliviar estos sentimientos negativos y sentirnos mejor, y no porque nuestro cuerpo lo requiera. Desafortunadamente, los alimentos no solucionarán nuestros problemas, sino por el contrario, muchas veces nos hacen sentir peor, ya que agregamos el sentimiento de culpa”, dice la profesional de la Universidad Andrés Bello.
¿Cómo evitarlo?
Se sugiere la práctica de alimentación consciente, primero preguntando, ‘¿qué estamos comiendo? ¿las motivaciones para comer? Si no se logra llegar a una repuesta se aconseja tomarse cinco minutos.
Segundo, conectarse con uno mismo y no distraerse, pues es muy fácil ingerir en mayor proporción si se hace una actividad aparte como ver televisión o usando el computador. De este modo, no se perciben las señales del cuerpo.
Tercero, comer con calma, las señales de saciedad tardan 20 minutos en llegar desde el cuerpo al cerebro. Esperar un tiempo para repetirse el plato de igual manera.
Cuarto, reconocer el ambiente y las distracciones que tenemos al comer para que el cerebro reconozca el acto de comer.
Por último, se invita a contactarse con un profesional si existen problemas alimentarios o emocionales.
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