Primeras Impresiones: Donkey Kong Bananza es el mejor juego que tiene para ofrecer la Switch 2

El simio predilecto de los videojuegos finalmente encuentra una aventura 3D a la altura de su legado y que apuesta al placer primitivo de romper todo lo que uno ve a su paso para dar con una aventura que derrocha carisma, colores y libertad.

De la decena de juegos que me tocó probar en la Experiencia de presentación de la Nintendo Switch 2 en Nueva York, el que sin duda de quedó con mi corazón fue Donkey Kong Bananza. En parte porque se nota que está hecho con el mismo motor de Super Mario Odyssey -mi juego favorito del primer año de la Switch- pero también porque salda la deuda histórica que la compañía tenía con el gorila y una buena transición al mundo 3D.

Donkey Kong 64, por mucho que uno recuerde el rap y el estilo de juegos de Rare en esa época, nunca caló tan hondo como lo hizo la serie Donkey Kong Country. Y bueno, Bananza promete al menos intentar llegar a esas cotas en cuanto a su calidad.

Donkey Kong Bananza

La demo comienza con Donkey Kong trabajando para una minera, donde aprenderemos rápidamente qué tipo de juego es este. Lo primero que nos invita a hacer el juego es a agarrar a golpes una pared desde la cual aparece nuestro protagonista, a quien rápidamente empezamos a controlar.

Siguiendo el instinto primitivo del primate, en Donkey Kong Bananza la clave del juego está en el poder de los puños de Donkey Kong, los que usaremos más que en una partida de Smash Bros. Donkey Kong, con sus puños, puede romperlo prácticamente todo a su paso, cavar agujeros, recoger y lanzar objetos, trepar por las paredes y aplaudir, entre quizás qué otras habilidades habrá en el futuro.

Y ayuda mucho que los ambientes en este juego son en su gran parte destructibles. Para atravesar una pared puedes saltarla como en un juego de plataformas tradicional o simplemente hacer un túnel con tus manos. Todo se rompe, todo explota, y todo gratis. La historia comienza cuando Donkey Kong encuentra unas bananas de cristal, las cuales, al romperlas, nuevamente a golpe limpio, llenan a nuestro monito de felicidad.

Pero una de esas bananas lo termina lanzando lejos y llevando a tierras desconocidas, que es cuando realmente empieza el juego.

Donkey Kong Bananza

Donkey Kong Bananza comparte mucho ADN con Super Mario Odyssey: Se trata de un juego de mundos semiabiertos, es decir, todos los niveles son explorables con total libertad, pero no están conectados entre sí. Y es un tipo de libertad muy distinta, ya que se trata de un juego que, por las habilidades del personaje, es mucho más agresivo y vertical que los que le tocan a Mario, donde podemos sacar pedazos de roca del piso para lanzárselos a enemigos, lanzar bombas para romper paredes o lanzarse como un taladro hacia el centro de la tierra.

La estructura es similar también a la del juego del fontanero en el sentido de que cada nivel posee un cierto número de Bananas que tenemos que encontrar, que son el equivalente a las Lunas del Odyssey.

Estas las podemos encontrar explorando y, por supuesto, desbloquearlas en el orden que queramos, aun cuando hay siempre una misión central que nos guía para avanzar en la historia. Pero el ritmo y la decisión sobre cuándo tomar ese camino, dependen de uno.

Punto aparte es dejado para el apartado gráfico, partiendo por el nuevo modelo de Donkey Kong, inspirado en la película de Super Mario, y el mundo a nuestro alrededor, que es colorido y lleno de cosas brillantes que, en este caso, son los bienes que recolectamos, como oro, fósiles y otros artículos que servirán para ir desbloqueando habilidades o cosméticos.

Donkey Kong Bananza es un goce tan grande que es el único juego que me repetí en la sesión, y cada una fue muy distinta a la anterior, encontrando otras etapas de bonus, otros caminos y muchas cosas distintas para destruir. Y

Jugar Donkey Kong Bananza es jugar con un persona clásico, pero que a la vez se siente totalmente nuevo para Nintendo. Lo que más se le parece es el Wario de Warioworld en GameCube, pero ni eso.

Esa satisfacción inmediata de ver cómo puedes romper todo a tu paso y luego ser domado por el sabor de una banana, es un sentimiento puro del juego que puede ser el juego definitivo para un simio con una deuda pendiente.

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