El especialista en filosofía y en culturas latinoamericanas, Lynn Sebastian Purcell, explicó cuáles eran sus reflexiones en torno a este ámbito.
Fue entre los siglos XV e inicios del XVI cuando se desarrolló el imperio azteca, una sociedad que plasmó múltiples conocimientos e ideas filosóficas.
Una de las personas que se ha dedicado a estudiar este último ámbito es el investigador de la Universidad Estatal de Nueva York en Cortland, Lynn Sebastian Purcell, quien escribió en un artículo para la revista académica Aeon en la que aseguró que “tenemos muchos volúmenes de sus textos grabados en su lenguaje nativo, el náhuatl”.
“Si bien pocos de los libros pre coloniales de tipo jeroglífico sobrevivieron a las quemas españolas, nuestras principales fuentes de conocimiento derivan de los registros realizados por los sacerdotes católicos hasta principios del siglo XVII”, explicó el especialista en esta materia.
En una entrevista que Purcell dio a la Asociación Estadounidense de Filosofía (APA, por su siglas en inglés) en 2017, dijo que “es fascinante que los nahuas (aztecas) fueran otra cultura pre moderna con una ética de las virtudes, aunque bastante diferente a la de Aristóteles y Confucio”.
Según rescató la BBC, uno de los archivos más conocidos es el Códice Florentino, el cual recopila gran parte de sus conocimientos y fue realizado por el misionero franciscano español Bernardino de Sahagún.
Ahí, cita el discurso de un líder que previo a asumir su puesto manifiesta que un hombre “venerado” es “defensor y sustentador”, “como el árbol de ciprés en el cual las personas se refugian”.
Sin embargo, también menciona que “llora y se aflige”.
Bajo esta línea, según el registro, el líder se cuestiona: “¿Hay alguien que no desee la felicidad?”.
Las ideas de los aztecas sobre la felicidad
Purcell afirmó que ellos “no creían que hubiese ningún vínculo conceptual entre llevar la mejor vida que podamos por un lado, y experimentar placer o ‘felicidad’ por el otro”.
Desde su análisis, esa es una diferencia notable en relación con la filosofía que predominaba en la Antigua Grecia.
En otras palabras, los aztecas consideraban que tener una “buena vida” y “ser feliz” no eran aspectos directamente relacionados.
El investigador explicó que los tlamatinime (o filósofos) creían en un refrán que se puede traducir como “resbaladiza, escurridiza es la tierra”.
Con ello hacían referencia a que “a pesar de tener las mejores intenciones, nuestra vida en la tierra es una en la que las personas son propensas al error, al fracaso en sus objetivos y a ‘caer’, como si estuvieran en el barro”.
Dicha tierra era entendida como “un lugar en donde las alegrías solo llegan mezcladas con dolor y complicaciones”.
Independiente de que se fuese inteligente, cooperador o se tuviese talento en un área, eran conscientes de que podían ocurrir desgracias de igual manera.
El especialista afirmó que por ese motivo, más que perseguir una felicidad que podía ser pasajera y dependiente de múltiples factores, buscaban llevar una vida “arraigada” o “enraizada”.
Para esto último consideraban cuatro niveles.
Según Purcell, el primero “comienza con el propio cuerpo, algo que a menudo se pasa por alto en la tradición europea, preocupada por la razón y la mente”.
Ese es uno de los motivos de por qué practicaban diariamente ejercicios similares al yoga.
El segundo nivel está relacionado con la mente y los sentimientos.
Por otro lado, el tercero está vinculado a la comunidad y las relaciones con seres queridos.
El cuarto nivel corresponde a la conexión con teotl, deidad que puede ser interpretada como la naturaleza, según explicó el investigador en declaraciones rescatadas por el citado medio.