La víctima fue su propio hijo, quien según él, representaba a un ente maligno. El crimen ocurrió en un fundo de la Quinta Región. Luego, escapó.
Fue el 1 de mayo de 2013 cuando se obtuvieron resultados de una intensa búsqueda que movilizó a las policías tanto de Chile como de otros países, tales como Perú.
Sin embargo, a diferencia de en otros casos, en esta oportunidad el entonces prófugo no alcanzó a pasar ni un solo día tras las rejas.
Su nombre era Ramón Castillo Gaete, pero se hizo más conocido por su apodo: Antares de la Luz.
Con ese sobrenombre, lideró una secta en Colliguay, en la Región de Valparaíso, en donde dirigió uno de los crímenes más horrendos de la historia.
La víctima fue nadie menos que un recién nacido, su propio hijo, quien fue sacrificado en una hoguera como parte de un ritual que, según su relato, influiría en el fin del mundo.
Tras concretar el atentado, Castillo escapó del país con una expareja y se escondió en Cusco, Perú.
Como sabía que las autoridades lo tenían en la mira, cambió su apariencia y empezó a mentir sobre sus orígenes y sus actividades.
A diferencia de la imagen que se difundió por aquella época para identificarlo, en la que se le veía con el pelo medianamente corto y una barba larga, optó por cortarse esta última y raparse la cabeza.
Ahí se mantuvo por cerca de un mes, hasta que ese primero de mayo los policías peruanos encontraron su cadáver en una casa abandonada de dicha localidad.
Antares de la Luz se había quitado la vida.
La secta de Antares de la Luz y el documental que profundiza en su caso
El pequeño que fue sacrificado en el fundo de Colliguay era hijo de Castillo y una mujer llamada Natalia Guerra, una discípula que, según él, debía convertirse en su pareja a raíz de una supuesta revelación divina.
Y es que precisamente, este sujeto que había estudiado para ser profesor de música antes de presentarse como un ente aseguraba ser un representante de Dios en la Tierra y estaba convencido de que a finales de 2012 se acabaría el mundo.
Según rescató Culto de La Tercera, le decía a sus seguidores que solo los más fieles a a su figura pasarían a una mejor vida.
Asimismo, las desobediencias eran castigadas con maltratos. Él tenía el control.
El 21 de noviembre de 2012 nació el hijo de Castillo y Guerra, en una clínica ubicada en Reñaca.
Bajo la afirmación de que el bebé era el Anticristo y un potencial peligro, ordenó que se efectuara el atentado en su contra.
Guerra y otro discípulo llamado Pablo Undurraga fueron los encargados de ejecutar el plan, mientras que el resto fueron cómplices.
El discurso de Antares también pronosticaba que un mes después del nacimiento se produciría la destrucción de todo lo que conocemos.
Por supuesto, aquello nunca ocurrió, por lo que el grupo enfrentó una crisis que derivó en que Castillo escapara a Perú. Al mismo tiempo, la policía investigaba el caso.
Un documental producido por Fábula y pronto a estrenarse en el streaming, titulado Antares de la Luz: La secta del fin del mundo (2024), profundiza en la figura de este individuo, a través de las voces de exdiscípulos, el fiscal a cargo y expertos.
“Analizamos el caso y consideramos que, después de una década de ocurridos los hechos, podríamos encontrar una perspectiva nueva, a la vez que relatos más maduros, más reflexivos. Nos motivó también la profunda conmoción que los hechos provocaron en nuestra sociedad, los que se suman a casos similares en otras partes del mundo y hacen de esta historia algo global”, explicó a Culto el director Santiago Correa.
Junto con ello, enfatizó que “el enfoque principal de este proyecto fue entrevistar a todos los involucrados y obtener una visión global desde distintas perspectivas, no solo la policial”.
Esto, con el objetivo de descifrar “qué había detrás de este horror y esa fragilidad humana”.
El largometraje se estrenará en Netflix el próximo 25 de abril.