Desde muy niña siempre le interesó aprender para rebalsarse de conocimiento. En la universidad descubrió la astronomía, ciencia en que encontró un campo inmenso de preguntas por resolver. Hoy, con 25 años, la vida la ha llevado a la divulgación científica e incluso sueña con ser ministra. “Estoy cumpliendo sueños: tener libros, aparecer en entrevistas, jamás me lo habría imaginado”, declaró hace unos meses. “Es súper bonito y, mientras me siga pasando, lo aprovecharé lo mejor que pueda”.
Varios de los saltos que ha dado en su vida han sido prematuros, podría decirte. Nacida en 1997, Tere Paneque Carreño vivió en Madrid, España, y cinco años más tarde, los estudios de posdoctorado de sus padres, Manuel y Paz, la llevaron a Glasgow, Escocia, donde entró muy pequeña a lo que sería primero básico.
Aquellas temporadas de infancia en la educación escocesa las recuerda como algo “maravilloso”. Según relató a La Cuarta en abril, “nadie me cortó por ningún lado”, lo que “hizo que yo me desparramara, porque, en el fondo, fui empujando y, cada vez que empujaba en alguna dirección, me entregaban más y más” conocimiento.
Pero el presente dio un vuelco en 2007, cuando su mamá chilena y su padre cubano se vinieron para Chile, y se radicaron específicamente en la comuna de San Miguel, donde la metieron en un colegio particular-subvencionado que les quedaba a pocos minutos de su nueva casa.
Duro cambio
Tenía nueve años y estaba en sexto básico. “No la pasé para nada bien cuando llegué a Chile”, declaró, porque “fue un cambió cultural muy grande”. Por ejemplo, planteó, “la manera de hacer educación, cómo los niños se enfrentaban al colegio, era muy distinta a allá (Escocia)”.
A ello se sumó que era la más pequeña del curso: “Entré en un juego de mentir mucho, de tratar de parecer súper cool, que entendía todo cuando en verdad no estaba cachando nada”, contó. “No sé si decir que sufrí bullying, porque no creo que esa haya sido la situación, pero sí sentí como un rechazo, un no encajar”.
Mientras, el conocimiento seguía siendo su refugio.
En el verano del 2008, ingresó al Penta UC, programa para estudiantes secundarios con talento académico. Ya de vuelta en el colegio, en algún momento “hice las paces conmigo mismo”, declaró. “Me di cuenta de que tratar de aparentar ser algo que no era, era mucho peor que simplemente ser yo”. Ahí cultivó a las amigas del colegio que tiene hasta hoy, la eligieron presidenta de curso, llevaba sus libros favoritos y le hacía reforzamientos de química y matemática a sus compañeros.
Eso sí, nunca fue de salir a fiestas: “Siempre fui un poco distinta”, dijo. De hecho, ya bien entrada en la mayoría de edad probó por primera vez el copete. Antes, “simplemente no me llamaba”, pero “no digo que sea malo hacerlo”.
Durante el 2011, para el movimiento estudiantil que puso en la palestra a los universitarios Giorgio Jackson, Camila Vallejo y Gabriel Boric, ”éramos casi el único colegio de mi comuna que no se fue a paro”, recordó. “Pero logré que mi curso completo faltara los días de paro nacional”.
Así y todo, aun habiendo encontrado su lugar, a veces se pregunta por cómo habría sido su vida si nunca se hubiera ido de Europa. Luego, se resigna: “Al final siento que no tenemos cómo saber qué habría pasado”.
No dice garabatos. No tiene acento “chileno”, siempre le preguntan si es extranjera. Tampoco es fan de las comidas típicas. No le agrada la empanada de pino ni el pebre, aunque le fascina el choripán. Le sale bien la cueca: “Ese es como mi máximo chilenismo”, sostiene. Sin embargo, se siente chilena y, si tuviera que elegir algún lugar para vivir, ese sería Chile. Y le gustaría ocupar un puesto público, ya sea desde la academia o el Estado. Quiere entregarle “un poquito al país y construir para mejor”.
Los números del Universo
“Nunca tuve un momento ‘¡wow!’”, admitió sobre cómo surgió su vínculo con la astronomía, solo algunos borrosos recuerdos de infancia o anécdotas juveniles.
Con 16 años recién cumplidos, se metió a la Universidad de Chile en el Campus Beauchef, aunque tuvieron que pasar un par de años para que tuviera sus primeros ramos sobre esta ciencia que estudia el Universo.
“La física siempre me gustó mucho, pero lo que me gustaba más era poder aprender y hacerme preguntas que encontrara divertidas”, explicó. Por lo tanto, en aquel tiempo, a la hora de elegir hacia qué rama avanza, se preguntaba: “Me gusta mucho la física pero, dentro de la física, la astronomía es un área tan gigante, que trabaja con algo tan lejano como es el Universo, las estrellas y los planetas, que nunca se me van a terminar las preguntas”.
O sea, no entró a la astronomía porque le pareciera “bonito”, sino porque las incógnitas parecían infinitas, inagotables. En cambio, confesó, “para mí no hay nada más bonito que ver un modelo que se condice con la realidad o que nos ayuda a entender qué está pasando”.
En paralelo, seguía la evolución de su faceta política. De hecho, durante el 2021 participó de la campaña del hoy Presidente Boric: “Uno siempre está esperando que el cambio venga de otros, no quiere ser la persona en hacerlo”.
Cuando le tocó hacer su investigación de magister, bajo la supervisión de la doctora Laura Pérez, se metió a estudiar los discos protoplanetarios (después se convierten en planetas) en torno a la joven estrella Elías 2-27, ubicada a la inabarcable distancia de unos 378 años luz.
Ellas tenían la hipótesis de que los espirales que se daban en sus discos ocurrían por inestabilidades gravitacionales, algo que solo era una apuesta porque nunca se había observado. “Es como si yo te dijera ‘mira, en principio existen los delfines rosados, porque la biología nos dice que podrían existir, pero nunca los hemos visto’”, explicó. “Y de repente, ¡pa!, alguien ve un delfín rosado”. Con ese gran salto ya puedes empezar a estudiar a los “delfines rosados”.
El estudio arrojó que, efectivamente, existían los “delfines rosados”.
Con apenas 25 años, hace su doctorado en el Observatorio Europeo Austral, en Alemania, con afiliación en la Universidad de Leiden. Sigue estudiando a su “estrella regalona”. “Es súper potente y no porque sea algo muy difícil, es simplemente porque seguimos siendo pocas personas en astronomía en comparación a otros campos de conocimiento”, ha dicho sobre sus investigaciones en proceso.
“La astronomía me permitió entender nuestro lugar en el universo”, declaró Tere Paneque en una de sus primeras entrevistas, a Revista Ya.
Aunque es una frase que puede parecer algo abstracta, una suerte de metáfora, en realidad, ella se refería a algo sumamente concreto: “O sea, entendemos que las posibilidades apuntan a que probablemente haya vida en otros planetas, aunque no la hayamos detectado aún”, explicó. “Al mismo tiempo, nos hemos dado cuenta de que todos estos otros objetos están muy lejos, no tenemos realmente ninguna opción real de irnos a otro”.
Por lo tanto, remató, “este universo maravilloso está lleno de otros lugares como el nuestro, pero a los cuales nunca podremos llegar”. Así, en medio del cambio climático y al imaginar el futuro, se define como “una optimista cautelosa y preocupada”.
Abierta al mundo
Desde niña, cuando le hacía clases a sus peluches, Tere tuvo la inquietud de enseñar. “La única razón por la cual no entré a estudiar pedagogía fue porque también quería ser estudiante y aprender”, explicó. “Eso es algo que sigue vigente”, advirtió.
El 2 de julio del 2019, ocurrió un eclipse total de sol en esta región del planeta, por lo que gran cantidad de turistas, aficionados y, por supuesto, astrónomos viajaron hasta La Serena y Coquimbo para verlo en su peak. Mientras ella, con 21 años, se quedó en Santiago. “Como soy una astrónoma aburrida que le gustan los datos y no las cosas bonitas, no viaje al norte”, explicó a Ladera Sur.
Como todos los expertos andaban en el Norte Chico, distintos medios de comunicación la contactaron para que hablara sobre este fenómeno, especialmente en Radio Cooperativa, donde hasta le pusieron la sección “Miércoles astronómicos” en el programa A última hora.
A fines de ese año, enfrentó “una ruptura bastante compleja” y, como una manera de atenuar la pena, se volcó en la divulgación científica y recibió invitaciones a matinales de TV. Sus seguidores en Instagram actualmente llegan a los 168 mil. Ya en 2020 vino la pandemia y, aun con el quiebre amoroso dando vueltas, se enfocó en subir videos educativos sobre astronomía.
Entre medio, la contactaron desde editorial Planeta, con la que publicó El universo según Cartola: Asteroides y estrella fugaces en julio del 2021; y en marzo del 2022, sacó la segunda entrega, Agujeros negros y explosiones estelares.
Durante el primer año de la pandemia también tuvo otro cambio fuerte, cuando despegó hacia Alemania para su doctorado, donde se sintió “de nuevo triste y sola”. Decidió incursionar en TikTok, donde tiene casi 700 mil seguidores. “Le he puesto mucho cariño humano a las redes de Tere Paneque, por distintas situaciones que han pasado en mi vida personal durante este periodo”, relató. Así, aquella comunidad virtual resultó “una retroalimentación muy positiva, y eso me ayudó mucho en momentos en que yo estaba muy mal”.
“Me nutría muchísimo del cariño de las personas”, precisó. “También me sentía muy útil y bien al poder entregar contenido a esta gente, sobre todo en un periodo de pandemia.
Pero aquella incursión también ha tenido su contracara, a causa de los malabares que ha debido hacer entre sus labores académicas y de divulgación: “Es muy asfixiante, muy estresante y, por supuesto, esto lo combino con mi psicóloga y terapia, y apoyándome en mis seres queridos, en mi familia y mi pareja”. Es más, en un momento “de verdad no me podía parar de la cama porque estaba muy cansada, no podía”, aseguró.
Tras aquellos episodios “estamos trabajando” para lograr un equilibrio entre pega y descansos: “¿Lo lograremos? No lo sé. Espero que sí”, lanzó.
Amplio horizonte
A fines de octubre se viajó desde Alemania hacia el país al que pertenece. De hecho, hace poco anduvo en el concierto de C. Tangana en el Movistar Arena, según consignó La Cuarta.
La astrónoma ha confesado que le gustaría tener un cargo ministerial a futuro, desde ser ministra hasta subsecretaria, o simplemente trabajar en el aparataje público de Ciencias, de Educación o de la Mujer. ”Todo lo que hago lo pienso desde un punto de vista público y social”, declaró.
No tiene claro si siempre las labores que tendrá serán con un pie en la astronomía, porque, a su parecer, “no tiene sentido hacer ciencia si no la puedo comunicar”.
Si bien muchas veces se toma de frente con el estrés y la ansiedad, al poner las cosas en la balanza, “estoy cumpliendo sueños: tener un libro, aparecer en entrevistas, jamás me lo habría imaginado”, declaró. “Es súper bonito y, mientras me siga pasando, lo aprovecharé lo mejor que pueda”.
Y como sabe que en la vida muchas veces todo cambia de forma abrupta, prefiere no imaginar futuros demasiado concretos: “Yo creo que en diez años cualquier cosa que yo diga ahora puede estar obsoleta”.