“El tema urgente es la relación que los medios urbanos han entablado con los artistas. Por lo que he visto, los pegados y sus equipos creen que las páginas son herramientas a su servicio”.
Durante esta semana, el youtuber Diego González deslizó que LaJunta+ tiene un acuerdo de exclusividad con la productora Iguana para ser el único medio autorizado a grabar notas de backstage en sus eventos (del calibre de Cris MJ en el Movistar Arena o Jairo Vera en el Teatro Caupolicán), bloqueando así el acceso a todo el resto de la prensa urbana.
Otros medios también compartieron la historia de González. Yo mismo, confiado en la palabras de mis colegas jóvenes (que para mí son como los reporteros deportivos que trabajan en cancha durante los partidos), di por cierta su versión e hice eco de ella hasta saber la verdad: que sí había algo irregular, pero no se trataba de un acuerdo de exclusividad.
Al final resulta que eran los propios artistas los que pedían hablar solo con un medio (el más popular, mira tú qué casualidad) y en consecuencia dejar fuera a los demás. Una revelación alarmante, si me preguntan a mí, pero secundaria en el interés público ante el beef que nadie vio venir entre dos medios emblemáticos del buenaondismo en la escena.
Lamentablemente, entre el comunicado de LaJunta+ para defender su nombre/marca, la reacción escolar de Diego González ante el conflicto, la discusión entre los bandos de cada uno y el deleite de los tecitolovers, al final nos distrajimos de la foto grande mirando un solo pixel. Pero acá hay un problema de fondo que seguirá causando fricciones si no se resuelve.
El tema urgente es la relación que los medios urbanos han entablado con los artistas. Por lo que he visto, los pegados y sus equipos creen que las páginas son herramientas a su servicio. Las tratan como si fueran agencias a cargo de promocionarlos 24/7 y velar por su imagen. Me encantaría decir que en el under no ocurre lo mismo, pero estaría mintiendo.
La idea de que la prensa está para difundirlos y cuidar sus negocios gratuitamente es un error. El marketing y las relaciones públicas constituyen un rubro aparte cuya clientela está compuesta por artistas que de verdad son pro e invierten en controlar su narrativa, en vez de dejar una pega tan clave en manos de terceros a los que ni siquiera les corresponde hacerla.
Pero los artistas no meten a los medios de comunicación y las agencias de comunicaciones en el mismo saco porque sí. Es la misma prensa urbana la que acepta volverse un engranaje de la maquinaria promocional y no usar su as bajo la manga: el espíritu crítico que permite generar discurso y finalmente impactar en el plano de la realidad.
Entiendo que el periodismo urbano se desarrolla en condiciones tan especiales que quizás hasta sea un nuevo subgénero, pero la historia es clara: los medios no se ganaron la fama de ser el cuarto poder por hacerle la pata a los sujetos que cubren, ni por prestarse (a cambio de nada) para ser usados en sus juegos de figuración y posicionamiento.
Esta renuncia voluntaria a ejercer su poder tiene debilitados a los medios urbanos en un contexto que de por sí ya es poco favorable. La prensa en general está venida a menos, el desprestigio del periodismo local está en su peak y para colmo está el hecho de que ante los ojos la calle (y por extensión de la música urbana) los reporteros son básicamente sapos.
Ya sea por inocencia (las páginas más chicas) o por ambición (las más grandes), los medios urbanos se acorralaron en un rincón del que ahora deben salir para que su trabajo se valore. Si llegaron hasta ahí por actuar como antenas repetidoras de todo lo que dicen y hacen los artistas, quizás no sea mala idea probar algo distinto. Un poco de espíritu crítico no los va a matar. Más bien todo lo contrario.
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