No lo vimos venir

Daddy Yankee

Subestimar el poder de convocatoria de Daddy Yankee, pese a todos los indicios, fue un error muy representativo del desdén hacia el reggaeton y lo urbano.

Las estadísticas de Spotify indican que Chile es el tercer país que más escucha a Daddy Yankee, superado únicamente por Estados Unidos y México. De hecho, según la plataforma, Santiago es la ciudad que más reggaeton escucha en el mundo.

Cuando las entradas para ver al puertorriqueño en el Nacional se pusieron a la venta, la fila virtual para comprarlas superó el millón de personas. Los tickets se agotaron en minutos, así que un segundo concierto fue anunciado. Y luego, tras repetirse la historia, un tercero.

Aun así, el revuelo causado por Daddy Yankee tomó por sorpresa a la organización, las autoridades y los medios masivos. Como si la euforia no fuese la reacción más predecible ante la visita del máximo ídolo del género musical más popular en el país.

Daddy Yankee

Una venida anticipada durante meses y promovida como el último adiós del cantante, con toda la expectación que eso añade a pesar de que las “despedidas con elástico” (de artistas que se van pero vuelven al rato) ya son un clásico de la cartelera local.

O sea, en resumidas cuentas, todas las señales apuntaban a que las fechas de Daddy Yankee serían un hito cultural de alto calibre. Las proporciones del acontecimiento se podían conocer de antemano: solo bastaba un googleo rápido para dimensionarlas.

Los satélites que orbitan en torno a las masas y los fenómenos que las mueven tienen que ponerse al día con urgencia. Falta poco para que la “Gasolina” cumpla 20 años, pero siguen actuando como si el reggaeton fuese algo que empezó ayer y terminará mañana.

Es hora de que los encargados de convocar, resguardar e informar al público abran los ojos ante una realidad distinta a la que conocían. La ceguera de no haber anticipado el alboroto que causaría la despedida de Daddy Yankee recuerda al “no lo vimos venir” de los políticos.

Daddy Yankee

Lo cierto es que el reggaeton y por añadidura el movimiento urbano hace rato que llegaron para quedarse. La profundidad de su trascendencia en nuestra cultura exige que se les tome en serio por mucho que activen los anticuerpos de sus vociferantes detractores.

Esa capacidad de incomodar es justamente uno de los factores que, a lo largo de los años, han mantenido joven y relevante a esta música. Hay algo en ella que, pese a su fama, no logra ser digerido del todo por el mainstream, causando una fricción que le da vitalidad.

El gran poder de permanencia de Daddy Yankee y su aparente incapacidad de envejecer lo simbolizan: el reggaeton tiene para largo. Abordarlo con más rigor, partiendo por no volver a subestimar su alcance, es lo más sensato de ahora en adelante.

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