Esta generación tiene mucha más sabiduría de lo que creen los adultos. Acá uno de los mayores ejemplos.
Darle el corte es una de las ideas centrales del género urbano en Chile. Una frase que en sus distintas variantes aparece en cientos de canciones, desde “Dale corte” hasta “Dele Cotelé” o “Dale tu kolin”. Reggaetoneros, traperos y mamberos, entre otros, se unen en torno a este lema que moviliza a toda una generación.
¿Pero qué es darle el corte? En términos breves, se trata de imprimirle un estilo único y personal (es decir, el corte) a las cosas. Cuando un joven le dice a otro “dale tu corte”, está invitándolo a desplegar su identidad y a compartir eso que nadie más en el mundo tiene. En otras palabras, lo está alentando.
En mis 15 años dando vueltas por la música chilena, nunca me había encontrado con un cambio de mentalidad tan grande. En las escenas por donde caminé antes, la actitud hacia el resto no era así. Animar a los otros te quitaba lo cool, así que predominaban el descreimiento, la ironía y las cejas arqueadas.
El movimiento urbano, en cambio, rompe el círculo vicioso del refuerzo negativo y lo sustituye por lo contrario. Darle el corte es tan importante que Marcianeke se autoproclamaba el corte. Es más: el corte hasta enamora como en “Su corte” de Kevin Martes 13 o “Ese corte” de Balbi el Chamako con Jere Klein.
Esta generación tiene mucha más sabiduría de lo que creen los adultos. No es coincidencia que sean ellos, los que se dicen entre ellos que siempre hay que darle el corte, sean los mismos que pusieron la música chilena como su prioridad y la elevaron a la categoría donde está hoy, transformada en un boom inédito.
Los artistas de esta generación que le da su corte son los mismos que levantaron una industria desde la nada y que hoy atraviesan fronteras llevando el nombre de la música chilena a millones de oídos mediante canciones disfrutadas en todo el mundo como “Ultra solo” o “Una noche en Medellín”.
Como dice el meme, no tengo pruebas, pero tampoco tengo dudas sobre lo que afirmo. Incluso carezco de las herramientas teóricas para señalar cuándo empieza este fenómeno (aunque me tinca que Marcelo Bielsa tuvo que ver) ni cuándo se refuerza (¿el estallido social?) entre los jóvenes de todo el país.
Lo único que sé es que está pasando. La música urbana es la banda sonora de algo más profundo que los sub bajos del trap. Una transformación desde lo abstracto que, en forma de éxitos musicales, ya está teniendo efectos palpables en la realidad concreta. Y algo me dice que esto es solo el comienzo.
Los adultos tenemos mucho que aprender de la generación urbana. No nos vendría nada mal un poco de ese amor propio anclado a la idea de darle el corte. De seguro habría menos crisis identitarias de la mediana edad si desde chicos nos hubiesen instado a conocernos, encontrar nuestra propia esencia y compartirla.