En la escalada de dimes y diretes entre ambos cantantes, quedó al descubierto que la “unión del género” de la que tanto hablan artistas, medios y público no era tan cierta. De paso, fue revelado un feo secreto a voces sobre Ak4:20.
En agosto del 2020, una comitiva de cantantes urbanos chilenos visitó Miami para trabajar con Rojas, el productor peruano detrás de la clásica Look at me! del fallecido XXXTentacion, en una serie de canciones que formarían parte de un lanzamiento conjunto. Estaban ahí Julianno Sosa, AK4:20, Polimá Westcoast, Harry Nach, Kidd Tettoon, Diego Smith y Nico Baby. Verlos a todos juntos era una postal auspiciosa que prometía grandes cosas para el futuro del género chileno.
En aquel entonces ya había pasado más de un año desde el remix de “Tumbando el Club”, en el que nueve astros desde Duki hasta Ysy A y Cazzu se unieron a Neo Pistea para crear el himno del trap argentino y de paso matricularse con un megahit. Naturalmente, acá también había ganas de ver superjuntes. Cuando se supo que en Miami podría estar cocinándose uno, la expectación de los fans se fue a los cielos, alimentada a través de las redes por los cantantes que andaban en Miami y también por los medios que cubrían la noticia.
Resulta oportuno señalar que la prensa chilena de música urbana, esencial para el movimiento a la hora de construir su discurso y elaborar un relato de sí misma, es un conjunto de páginas de Instagram y cuentas de YouTube administradas por fans muy proactivos. Su rol ha sido imprescindible en el desarrollo y el auge de la escena local, especialmente porque actúan como redes de promoción y relaciones públicas para los cantantes, y no como un sistema de medios tradicional donde existan voces críticas, analíticas o discrepantes. Lo que prima es la constante celebración y una firme resistencia a enfrentar temas difíciles.
Más apasionadas que reflexivas, las plataformas locales pendientes a la ida a Miami adoptaron una muletilla de los cantantes urbanos chilenos y de otros países: hablar constantemente sobre la “unión del género”. Empoderante y contagiosa, de tanto repetirse de un lado a otro la idea tomó vuelo entre artistas, medios y fanáticos. Hasta el día de hoy, el entusiasmo que provoca no deja mucho espacio para preguntarse si el género de verdad está unido, si solo se trata de un deseo colectivo bienintencionado como el fin de las guerras o si, en el más cínico (pero no improbable) de los casos, es un mero slogan que suena bonito. Quizás por ser la opción más reconfortante, la mayoría se inclina por creer que de verdad en la música urbana chilena todos caminan de la mano. Pero eso no es cierto.
Tírate
A casi dos años del viaje, las grabaciones con Rojas siguen bajo llave y el reciente beef de Julianno Sosa con Ak4:20 entrega señales claras de por qué. Según lo que contaron en sus respectivos lives, las hostilidades entre ellos partieron en Miami, donde incluso estuvieron a punto de irse a las manos frente a sus colegas, quienes habrían tomado partido por el domiciliado en Nueva York marginando al chanteador talquino. Desde ahí que se tienen sangre en el ojo. Su aparición juntos en el remix de “Dile dile” de Ak4:20 fue bajada de las plataformas, y ni hablar de que la canción que hicieron con Anonimus vea la luz, pese a que el veterano del trap latino compartió un adelanto del video hace más de ocho meses.
Detrás de las fotos grupales y de la idea de la unión del género, que todavía emborracha con su belleza a gran parte del movimiento urbano chileno, había una enemistad en ciernes que durante esta semana explotó, acaparando las miradas en un país que nunca había visto batirse a duelo a dos cantantes de tan alto perfil. Recordemos que ambos venían de amasar decenas de millones de reproducciones con sus últimos singles. De hecho, ese hito cultural llamado “Ultra Solo Remix” es el único tema que supera en las tendencias musicales de YouTube a las históricas tiraderas de Julianno Sosa y Ak4:20.
Que no se malentienda: los beefs y las tiraderas no son para nada nuevas en la música urbana chilena. Incluso hay momentos clásicos a cargo de nombres como Sosa Anyelinni o Shelo. Este último, por cierto, le dedicó unas poco halagadoras rimas a Julianno Sosa hace dos años en una tiradera triple que incluyó a su ex amigo fiel Mati Drugs (que ya le había hecho un tema) y al enemigo público número uno del género, Bayron Fire, quien luego también sumaría a Julianno Sosa a su larga lista de conflictos con una tiradera triple anti Shishi donde los otros apuntados eran Black Roy (que contraatacó) y Pablo Chill-E, que ya venía de recibir pullas de Sosa Anyelinni y sobre todo de Shelo, su némesis, con el que tuvo un beef tan público que la gente en los shows del Shishiboss coreaba “el que no salta es Soso”, aludiendo a la ganga de Shelo, los Soso Crazy. ¿Unión del género, decían?
Con voucher
En la escalada de dimes y diretes entre Julianno Sosa y Ak4:20, hubo desde burlas dignas de tercero básico hasta acusaciones de violencia de género sin ninguna prueba disponible hasta ahora. Pero, en medio de todos los ataques, una verdad inmunda pudo por fin salir a flote. Revelando un secreto a voces dentro de la escena local, Julianno Sosa desclasificó las decenas de acusaciones por estafa que Ak4:20 acumula por vender colaboraciones a cantantes under, recepcionar sus pagos y luego no cumplir con su parte del trato.
Testimonios en contra del talquino sobran. En noviembre del año pasado, una polemista página de Instagram llamada Teletrap subió varias funas por estafas a artistas emergentes valiéndose de pantallazos de DMs y transferencias bancarias como evidencia. Nombres como Cris MJ y Maickyel salieron al ruedo, pero ninguno fue tan denunciado como Ak4:20. Cuando totalizaron el dinero que debía, la suma rondaba los ocho millones de pesos.
Otro que aportó su voucher fue Poe Rilla manejador de Julianno Sosa que por un breve período también trabajó con Ak4:20 y fue el encargado de presentarlos en Miami. Al verse mencionado en la discusión, el manager salió a limpiar su nombre públicamente en Instagram. En el relato de Poe Rilla, su vínculo contractual con Ak4:20 se disolvió cuando supo acerca de los afectados y dimensionó la gravedad de la situación: “Nos llegaron más de 50 denuncias con pruebas y todo”.
Por mi parte, doy fe de que las malas prácticas de Ak4:20 son un hecho. Llevo tres años en contacto con la escena urbana chilena, haciendo mi podcast Microtráfico (donde he hablado sobre estas estafas desde el año 2020), administrando su fiel comunidad y trabajando como asesor creativo de nuevos talentos. Durante este tiempo, me han llegado tantos testimonios que incluso distinguí un modus operandi en las historias que me contaban. El método de Ak4:20 consistía en acercarse a colegas de menor fama, ofrecerles featurings a precio de oferta, cobrarles la plata y luego desentenderse.
Sin ir más lejos, hubo una tiradera a Ak4:20 que salió seis meses antes de la ya famosa RIPAKA420. Su autor, The Galo, la tituló Estafa Tan Tan. A buen entendedor…
Tenemos que hablar
“A mí, saben, de lo único que me pueden hablar, y de lo único que me pueden tirar la pelá, son de los featurings que yo no hice”, dijo Ak4:20 a la pasada en un live, como si las estafas fueran un detalle menor. Acto seguido, declaró que estaba todo regularizado, pero luego, al prometerle la devolución de su dinero a los afectados que se le acercaran, dejó ver que sigue teniendo un despelote porque ni siquiera sabe a quiénes les debe plata. El resto de la transmisión lo dedicó a establecer sus rangos y atribuirle el beef a la envidia y al deseo de fama de Julianno Sosa.
En un live posterior, poco antes de lanzar RIP PIN898, Ak4:20 festinó con las denuncias afirmando que se iba a auto tirar por no haber concretado los featurings, trivializando un asunto que no tiene nada de liviano. A juzgar por su actividad en redes durante la semana pasada, puso más energía en desmentir el rumor de que Polimá Westcoast le había regalado un par de zapatillas que en reivindicarse por traicionar a sus pares que buscaban nuevas oportunidades.
Julianno Sosa, en tanto, tampoco merece un monumento: solo se puso la diez por los cantantes underground cuando advirtió que su causa le servía como munición. De todos modos, ni con toda esa pólvora logró ganar la guerra musical, de la que emergió triunfalmente Ak4:20, aunque a largo plazo el desprestigio entre sus colegas y la mala reputación obtenida le van a penar por más tiempo del que dura el lustre de la victoria.
Disipado el polvo que levantó su batalla, es hora de admitir que el género chileno no está unido. Es una selva, un Salvaje Oeste, un sálvese quien pueda. Las excepciones son más fáciles de encontrar en las instancias donde no hay tanto en juego. Una vez que la plata y la fama entran al baile, los colmillos del individualismo se afilan. Pero de nada sirve condenar a nuestros jóvenes artistas por ser un reflejo de la sociedad en la que viven, donde todo funciona más o menos así, con una espantosa indiferencia por el destino del otro.
Sacar los trapos sucios al sol no hará que el género urbano deje de ser el fenómeno más emocionante de la música nacional en años. Al contrario, la transparencia fortalece los cimientos sobre los que se desarrolla. De la misma forma en que reconocer un problema abre el camino hacia posibles soluciones, salir de la negación y ver lo fragmentado que está el movimiento en Chile puede ser útil para empezar a revertir la situación. Por eso es tan importante hablar. Si algo se puede aprender del beef de Julianno Sosa y Ak4:20, fruto de acumular rabia dos años sin decirse nada, es que dejar de comunicarse es un error.