Ese otro Víctor Jara

"Víctor Jara tenía un talento extraordinario, pero era como todos nosotros. Así me gusta recordarlo".

“La forma en que Víctor sube al columpio a los cuicos en “Las casitas del barrio alto”, por ejemplo, es de nivel Avello”.

Enfocado en el aspecto comprometido, poético y existencialista de su obra, el relato oficial en torno a Víctor Jara subraya su magno aporte a la cultura chilena, pero de cierta forma lo presenta como una solemne figura en blanco negro con un aura de intocable santidad.

Está ese Víctor Jara que es una idea y está el otro Víctor Jara que fue una persona. El primero es más bien una construcción hecha entre varios. Yo prefiero al segundo porque habló en vida mediante su obra. Y lo que Víctor dijo es que le gustaba caleta el hueveo.

Me siento mucho más cercano a Víctor Jara cuando lo imagino riéndose de un chiste cochino. Que puta que le encantaban. Si hasta grabó un disco entero de puras canciones picarescas del campo chileno, por cierto muy alejadas de la moral contemporánea.

“Canto por travesura” se llama ese trabajo, el último que planeó en vida, donde practica uno de los deportes nacionales por excelencia: decir sin decir. Sus letras agotan todos los recursos posibles para hablar de genitalidad y actos sexuales eludiendo su mención.

Yo escucho a ese Víctor Jara e imagino que, si estuviera vivo, ya se hubiese disculpado por las letras machistas del disco. Pero también creo que ese Víctor hubiese congeniado de pana con otro experto en esconder mensajes sugerentes a plena luz del día: Marlon Breeze.

El cantautor esencial de nuestra historia y el padre del trap local tienen mucho en común. Víctor Jara y Marlon Breeze rescatan el habla, el humor y el ingenio popular chileno en su música, y la usan para documentar nuestra identidad mediante lo que nos hace reír.

“Canto por travesura” no fue un chiste aislado. Víctor Jara también dirigió la comedia de enredos “La remolienda” (que podría ser el título de un tema de Marlon), ambientada en un prostíbulo al que unos despistados hermanos campesinos entran creyendo que es un hotel.

Yo también siento escalofríos con los clásicos de Víctor, pero me gustan todavía más desde que descubrí la faceta cómica espolvoreada en su carrera. Que no solo tiene humor sexual, sino también unas ácidas sátiras sociales que son como tiraderas anti fascistas.

La forma en que Víctor sube al columpio a los cuicos en “Las casitas del barrio alto”, por ejemplo, es de nivel Avello. El sarcástico tema es la chilenización de un original en inglés, a todo esto. O sea que Víctor, como los cantantes urbanos, también hacía spanish versions.

Víctor Jara tenía un talento extraordinario, pero era como todos nosotros. Así me gusta recordarlo. No como un tótem cultural desprovisto de matices y del cual se desconoce una faceta entera. Sin endiosamiento es más fácil vislumbrar al hombre detrás de la leyenda.

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