Esta WWE urbana es una empresa joven y todavía le faltan muchas cosas, entre ellas su propio Wrestlemania: un evento masivo que sea más grande que la vida misma y que funcione como su equivalente al SuperBowl.
Si el mainstream urbano chileno fuese como la WWE, el campeón máximo sería Kidd Voodoo, coronado sorpresivamente tras el anuncio de última hora de que se convertiría en el primer artista nacional de la historia en cerrar el Lollapalooza. Ese fue el Money in the Bank del maipucino, que irrumpió como Seth Rollins en WrestleMania 31 para canjear el contrato en el maletín y culminar un push con apariciones en LaJunta, “Juntos, Chile se levanta” y el Festival de Viña, donde quedó claro que cuenta con la bendición de la industria local del espectáculo.
Tal como Rollins en WM 31, irrumpiendo en medio del main event de Roman Reigns versus Brock Lesnar, Kidd Voodoo cortó el flujo de la rivalidad que tenía a todo el mundo atento: la de Jere Klein y Cris MJ, que estuvieron prácticamente toda la temporada pasada acaparando el campeonato y turnándoselo entre ellos. Hasta el Lolla, el cinturón estaba en manos de Jere Klein, luego de que Cris MJ obtuviera el título en parejas junto a FloyyMenor con ‘Gata Only’, concentrándose en esa división por un rato antes de volver por lo suyo (cuídate, Kidd Voodoo).
El campeonato de la WWE urbana es una codiciada distinción. Su prestigio fue establecido por su monarca inicial, Pablo Chill-E, con un reinado inolvidable que duró años y no dejó títere con cabeza. Los fans recuerdan sus enfrentamientos con Shelo, Bayron Fire, Luxian, MatiDrugs y Chuchu Retro como una verdadera carnicería en la que sus oponentes jamás tuvieron chance de hacerle un rasguño. La dominante racha del líder de Shishigang, su propia facción a lo New World Order o D-Generation X, ayudó a levantar una empresa completa desde la nada.
Emblemático también, Marcianeke fue el campeón de la época de pandemia, coronado tras arrebatarle a Harry Nach el título que ostentó luego de que ‘Tak Tiki Tak’ lo posicionara por un rato como el más escuchado del país, sentando el precedente de que la música urbana local es full exportable. El Marciano dominó la liga entregando baile y desahogo. Escuchar en cuarentena sus temas sobre detonarse era como ver a Stone Cold pegándole a su jefe: simplemente había algo muy reconfortante en su desobediencia a las normas.
Alcanzar el campeonato es un logro que ha esquivado a algunos de los más grandes competidores de la historia. Si fuera por años de carrera, talento y méritos, Marlon Breeze ya debería haber obtenido el título, pero las reglas de la WWE nunca han premiado solamente la calidad, sino también el atractivo para grandes audiencias y el potencial para hacer números. Marlon, en cambio, ha ido por el lado de perfeccionarse en la disciplina y verla como una forma de vida, lejos de los focos del mainstream, como el legendario Antonio Inoki cuando fundó New Japan.
El que sí está cerca de hacer justicia es Young Cister. Siempre opacado a último minuto por nombres como Pailita, Standly, El Jordan 23 o Polimá Westcoast, el Xulo comparte con Cody Rhodes algo más que el pelo rubio platinado: la búsqueda por terminar una historia cuyo único final posible es el campeonato. El main event del Joven Cisterna ya está agendado: será el 8 de noviembre en el Bicentenario de La Florida, cuando se pare frente a 28 mil personas y se convierta en el primer gladiador urbano chileno que llena un estadio.
Un poco más enfocado en las habilidades, el cinturón secundario de la WWE urbana es una especie de Campeonato Intercontinental que por estos días ostenta Drefquila, el otro finalista del torneo que ganó Pablo Chill-E para determinar al primer #1 . Su capacidad para mantenerse a flote en la escena, llamando la atención con frases mesiánicas como las que diría un heel en una promo y usando el algoritmo a su favor para anunciar un lanzamiento, lo tiene reinando nuevamente la categoría que se pelean los más creativos.
En la división femenina, la supremacía absoluta es de Paloma Mami desde el año 2018, cuando dejó a Princesa Alba en el segundo lugar del torneo para declarar a la campeona inaugural. Su fuerza comercial es tan grande que la transformó en una Chyna que pasa más tiempo con sus pares masculinos que con el resto de las mujeres. Señal de un dominio que no parece tener un final cerca y un talón de Aquiles en una compañía que todavía no aprende a hacer negocios cultivando estrellas femeninas, ni tampoco desarrollando talentos para el futuro a lo NXT.
Esta WWE urbana es una empresa joven y todavía le faltan muchas cosas, entre ellas su propio Wrestlemania: un evento masivo que sea más grande que la vida misma y que funcione como su equivalente al SuperBowl, es decir, que tenga un atractivo a nivel mainstream incluso más allá de los fieles de siempre. En términos más musicales, algo que marque una era como Woodstock lo hizo con la generación de sus abuelos. O, si es por actualizar por la referencia, quizás un festival corte Rolling Loud. La generación dorada de la música chilena se lo merece.
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