La fuerza imparable y el objeto inamovible (parte 2)

El género urbano no es una moda pasajera, sino un fenómeno profundamente arraigado que supone un nuevo orden musical en Chile. Abunda la evidencia, pero también aflora la negación.

La energía que mueve la música urbana chilena es una fuerza imparable. Su impulso se debe principalmente a la naturaleza irresistible de sus canciones, auténticos gusanos cerebrales diseñados por jóvenes prodigios que tienen crackeada la fórmula millonaria, pero es imposible separar su éxito de todo lo que connota en dimensiones extramusicales. Sobre todo en un país dividido como Chile, donde pesa tanto la brecha entre clases sociales y generaciones.

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Conectada con la inmediatez del presente como ningún otro género, la música urbana chilena acusa recibo de todos los cambios culturales ocurridos en el país durante los últimos años, los cuales también la alimentan y moldean. Escucharla es acceder a un boletín informativo de lo que está ocurriendo tanto en las calles como en el inconsciente colectivo de una generación cada vez más removida del mundo adulto. Nadie en Chile retrata esos espacios tan fielmente.

El boom urbano local se apoya estructuralmente en la democratización de las tecnologías para grabar de forma casera. Un dato: decenas de productores jóvenes empezaron en los PC que entrega el Estado. Eso dio pie al surgimiento de estudios de grabación en lugares removidos de los epicentros culturales tradicionales, todos acomodados por cierto. Hoy lo más escuchado del país viene de comunas periféricas de Santiago o de las regiones.

El productor chileno Magicenelbeat.

Impregnada del espíritu de la calle, la música urbana chilena hace eco de lo que el establishment busca silenciar. No existe censura ni metáfora alguna para hablar de sexo, drogas y cualquier otro tópico peliagudo en horario para todo espectador. Los villanos de los noticieros son los héroes, los pacos son el enemigo, se hace música para comprarle una mansión a mamá y el único decálogo moral que se respeta parece ser el GTA. Es una suma de códigos nuevos.

¿Qué hace que esta sea la música más exitosa en Chile en este momento? Llevo cuatro años encontrando múltiples respuestas a esa pregunta en mi plataforma y mi comunidad, Microtráfico, que me permite estar en contacto con la generación urbana en tiempo real. A mí el motivo que más me convence, por el momento, es que seduce porque es un cancionero acerca de dos asuntos trascendentales en la vida del sujeto neoliberal chileno: la liberación y la superación.

En la música urbana, especialmente en el reggaeton debido a sus ancestrales raíces afrocaribeñas, no existe ninguno de los tapujos que el catolicismo impuso con fuerza en esta sociedad. Perrear ha sido una necesaria reeducación del cuerpo, mientras que el apuro por lo material trasluce el deseo de salir adelante de una generación que ya vio a sus mayores matándose en trabajos que solamente les dieron pensiones de miseria. Se trata de un sacudón en los cimientos morales del país.

La música urbana chilena es lo más cercano que he visto al rock and roll. Contiene todos los elementos que las viejas revistas gringas tipo Creem o Rolling Stone resaltaban en sus páginas: también es el grito emancipatorio de los jóvenes de una nación que se aburrieron de lo que había antes, le están llevando la contra y están ganando. Todo, desde luego, protagonizado por un elenco de personajes que escandalizan al mundo adulto y bienpensante que está en jaque mirando el tablero.

La eterna pugna entre lo nuevo y lo viejo, que en este Chile de reescritura constitucional es un dolor palpable, tiene su manifestación más clara en el choque protagonizado por la música urbana (la fuerza imparable) y el mundo adulto (el objeto inamovible). Si este país siempre se ha caracterizado por la falta de apoyo a sus artistas, incluidos los más geniales, con lo urbano entramos al terreno ignominioso del menosprecio activo hacia los nacientes artistas jóvenes.

Marcianeke en la comentada entrevista viral.

Hace poco se viralizó un video en el que a Marcianeke, entrevistado en televisión por dos periodistas sin tapujo en hacer gala de su desinformación respecto al género urbano, le preguntaban si los Beatles eran de su gusto. “Feliz si llego a compartir un día con ellos”, respondió el cantante de 19 años cuyo referente principal es Ñengo Flow (al que mencionó ante la nula reacción de sus despistados entrevistadores) y no el rock anglosajón de hace seis décadas.

Los mismos periodistas le consultaron a Marcianeke si su música era una moda pasajera o no. Irrespetuosa, porque jamás se la harían a un artista de otro género, la pregunta fue formulada de manera casual, pero resulta clave para entender el porqué de la flojera generalizada en los medios al cubrir artistas urbanos: están convencidos de que el fenómeno urbano se irá. El problema, para ellos, es que pasan los años y no hay señales de agotamiento. Más bien lo contrario.

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