“La estética flaite ya ha desplegado su magnetismo sobre el escenario de Lollapalooza, con resultados históricos para el género urbano. Su omisión en el lineup del próximo año deja en el aire una pregunta obvia: ¿por qué no está si claramente gusta y ya ha funcionado antes?”.
Lollapalooza es una franquicia. Se trata de una marca clásica que goza de un prestigio labrado por sus creadores estadounidenses durante la época dorada del rock alternativo. El nombre toca fibras sensibles en el melómano chilensis: la cultura gringa, el rawk y la década de los 90.
Detrás de Lollapalooza Chile está la productora Lotus, una empresa nacida el 2005 después de una epifanía de su socio fundador, Sebastián de la Barra, quien tuvo la idea meditando en la India junto a una ex corredora de bolsa japonesa. Cuicos, no lo entenderías.
En términos simples, Lotus paga por usar comercialmente la marca Lollapalooza en Chile, de la misma forma en que lo hacen con las fiestas Bresh. La exitosa productora, por cierto, no ha consolidado un formato de creación propia en sus casi veinte años de existencia.
La selección de artistas chilenos para cada Lollapalooza también está en las manos de Lotus. Toda una responsabilidad debido a la amplia cobertura que recibe el festival, donde los desinformados miembros de la prensa llegan a enterarse de qué música le gusta a los lolos.
Ojalá fuera chiste, pero así funciona. Basta recordar la sorpresa de los reporteros de la Generación X frente al trap chileno el 2019. Polimá Westcoast y Paloma Mami eran nombres que ni siquiera hacían bip en sus radares, hasta que la euforia de miles de personas los puso al día.
El destape del trap es un ejemplo de lo que pasa cuando la maquinaria del Lollapalooza es puesta al servicio de la música chilena. Se pueden crear hitos con un impacto tan profundo que incluso levanten nuevas narrativas, como pasó luego de aquel momento de exposición.
Para decirlo claramente: Lollapalooza tiene poder. Es un evento masivo y prestigioso con una gran vitrina; también es una influyente plataforma que impulsa figuras, escenas e ideas; y aparte es la guía de las preferencias juveniles más consultada por el mundo adulto.
Cada año, la selección de artistas chilenos en Lollapalooza revela mucho del tejemaneje de la industria de la música en nuestro país. La lista final de artistas siempre es una combinación de múltiples factores que van desde la popularidad y los números hasta los pitutos y el lobby.
Desde luego, los intereses de Lotus también son representados en el lineup. La empresa, aparte de una productora, tiene un sello, maneja artistas y hace booking. Nombres ligados a Lotus: Jere Klein, Easykid, Facebrooklyn y Akriila, todos presentes en el último Lollapalooza.
De forma notoria, y salvo por un artista en su prime comercial como Jere Klein, la orientación de Lotus tiende a distanciarse de la estética flaite que domina las preferencias. De hecho, Jere Klein fue el único de sus exponentes que tuvo espacio en el Lollapalooza de este año.
Es más, en el recién anunciado cartel de la próxima edición, la estética flaite ni siquiera no existe. La ausencia es llamativa, no por una demanda de inclusión social, sino por el rotundo éxito del fenómeno, que con ‘Gata Only’ desbordó el mercado local y traspasó fronteras.
La estética flaite reina en Chile. En el top 10 de los discos nacionales del 2024 más escuchados en Spotify, todos son urbanos y la mitad más uno pertenecen a cantantes que inspiran su música en ella: FloyyMenor, El Jordan 23, Pablo Chill-E, Jere Klein, Jairo Vera y Giuliano Yankees.
Lollapalooza 2025 parecía el momento ideal para la vuelta de Cris MJ (que ya estuvo el 2023) o los debuts de FloyyMenor o Lucky Brown. Nombres como ellos, más urbanos de la mata, hubiesen protagonizado shows tan apetecidos como los de Pablo Chill-E o Marcianeke el 2022.
La estética flaite ya ha desplegado su magnetismo sobre el escenario de Lollapalooza, con resultados históricos para el género urbano. Su omisión en el lineup del próximo año deja en el aire una pregunta obvia: ¿por qué no está si claramente gusta y ya ha funcionado antes?
La estética flaite era una apuesta ultra segura, y su ausencia parece una anomalía demasiado grande como para no fijarse en ella. Es muy raro que Lotus, con su evidente inclinación por las fórmulas exitosas y las ideas ya probadas, deje pasar un carro de la victoria sin subirse.
Las razones de esta marginación pueden ir desde lo económico y forzado (la crisis en la industria de los festivales alrededor del mundo) hasta lo editorial y deliberado (¿un voto a favor de otras vertientes urbanas?). Sería interesante conocerlas porque acá, sin duda, hay algo que no cuaja.