Para qué me invitan si ya saben cómo me pongo

Almighty.
Almighty.

“El estrellato no blinda a nadie contra la soledad y el desamparo”.

Leyenda del trap latino, Almighty es una estrella internacional caída en desgracia. Todo el género conoce su historial de adicciones y brotes psicóticos, así como su conducta errática, ampliamente documentada en las redes. Pero Ben Bulgari, en un atentado contra el sentido común, decidió ignorar todas las red flags y meter a Almighty a su casa.

Desde luego, las cosas resultaron mal: Almighty sufrió una crisis, acusó a Ben Bulgari de secuestrarlo y se armó un escándalo. La imagen de Almighty deambulando por calles chilenas, arrancándose de un secuestro imaginario, quedará grabada en la retina del movimiento urbano como la postal de este caos que fácilmente se pudo evitar.

Nada de lo que pasó tiene sentido. Al momento de defenderse, Ben Bulgari no dudó en mencionar lo problemático que es Almighty. Pero si ya sabía que estaba jugando con fuego, ¿por qué no llevó un extintor? La responsabilidad es cien por ciento suya por traer a Chile a una persona inestable y desequilibrada sin un plan B para contenerla.

Además, Ben Bulgari dice que su única motivación para costear la venida de Almighty era ayudarlo de forma desinteresada, algo que repitió varias veces en el live con su versión de los hechos. Sin embargo, nunca queda claro en qué consistía esta famosa ayuda. ¿Acaso Ben Bulgari dirige un centro de rehabilitación secreto allá en el Lago Rapel?

Hasta donde se sabe, Ben Bulgari no tiene experiencia tratando adicciones, ni menos enfermedades psiquiátricas como las que Almighty claramente padece. Lo único que tenía era la plata para costear pasajes en avión y hospedaje, así como la peligrosa convicción de que para sanar a alguien como Almighty solo basta con buenas intenciones.

Los “benefactores” como Ben Bulgari al final solo empeoran las cosas. Mientras Almighty siga encontrando patrocinadores dispuestos a financiar su lifestyle, nunca va a salir del hoyo en el que está. Sumido en la decadencia y en una espiral de locura que ya lleva años, lo que necesita es ayuda verdadera: terapia, compañía y supervisión.

Por ahora, Almighty es un cliché ambulante: el típico ídolo del pasado que va de país en país buscando al mejor postor que lo mantenga un rato. Si seguimos hablando de él, no es porque su música coseche fans, sino porque su figura genera esa mezcla de lástima, risa y morbo que igual se convierte en el petróleo de las redes sociales: nuestra atención.

Tristemente, la fama viral de Almighty hace que la gente no vea el sufrimiento de la persona detrás del personaje. Solo alguien que no le toma el peso a su drama humano pudo haber creído que era una buena idea invitarlo a hanguear. Y ni hablar de los descriteriados como El Cavish que fueron a buscarlo para sacarse fotos con él como si fuera un trofeo.

La visita de Almighty deja al desnudo algunas verdades del éxito musical, como el hecho de que no existe ninguna cantidad de streams que pueda refugiar a un artista de sus demonios internos, ni tampoco un número de seguidores que solucione los problemas de fondo en su vida. El estrellato no blinda a nadie contra la soledad y el desamparo.

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