De ser el único capaz de juntar a la élite de la música urbana chilena, el productor boricua se convirtió en el enemigo público número uno de la escena local. ¿Cómo pasó?
Antes de equivocarse garrafalmente, Alex Gárgolas partió haciéndolo todo bien. El productor ejecutivo de la vieja escuela del reggaeton puertorriqueño se percató de que en Chile había una oportunidad de negocios, dado el éxito rotundo de los cantantes locales en las plataformas de streaming, así que vino personalmente a Santiago para grabar Reggaeton Chileno Vol 1, el disco que reuniría por primera vez a las voces más pegadas de nuestra escena: Cris MJ, Standly, El Jordan 23 y Marcianeke, entre otros.
Experto en autopromocionarse, Gárgolas supo hacerse notar en el medio criollo. Su labia de veterano de la industria conquistó a la prensa urbana y llamó la atención del público. El problema fue justamente ese: que habló mucho.
Luego de varias semanas calentando el ambiente con lo que sería Reggaeton Chileno Vol 1, el jueves pasado subió una historia de Instagram que generó anticuerpos por su grandilocuencia: “Ahora viene la prueba de fuego para los chilenos. Cuántos se van a quedar sonando en regiones de Chile y los que van a trascender al mundo (...) Cuántos van a tener sus jets privados y sus Rolls Royce”.
Muchos quedamos con la misma duda: ¿quién le pasó la batuta a este caballero? Hasta ese minuto, el gesto más sensato de Gárgolas había sido reconocer públicamente en una entrevista que el movimiento urbano en Chile se había levantado sin ayuda suya ni de nadie.
La audiencia premió esas declaraciones haciéndolas virales y, consecuentemente, arqueó la ceja al ver que poco después el mismo personaje se dirigía a la escena como si fuera su líder. Por dárselas de capitán sin ganarse la jineta y andar prometiendo lujos con la retórica de un sugar daddy, los comentarios negativos no tardaron en llegar.
Te vas a quedar sin postre
Ante la presión, Gárgolas reaccionó de manera desafortunada, pero reveladora. Las erráticas frases que publicó en las horas siguientes acabaron sepultando sus chances de juntar en un mismo disco a la élite de la música urbana chilena.
Mosqueado de leer a fans acusándolo de venir a reflotar su alicaída carrera, posteó una serie de mensajes tan confusos y pasivo agresivos como esta declaración afectuosa seguida de amenazas de boicot: “Los amo. Ya no volveremos a hacer nada con Chile. Entonces vamos a ver quién va a abrir los conciertos de nuestras estrellas allá”.
La situación escaló velozmente. En su delirio, Gárgolas trató de forzar la narrativa de que esto no era un problema suyo, sino un conflicto a gran escala entre Chile y Puerto Rico: “O respetan a nuestros artistas que son más grandes que ustedes o empieza la guerra”.
Pero la escena boricua en pleno le quitó el piso, compartiendo mensajes a favor de nuestro país y sus músicos. Desde el clásico Don Omar hasta el vigente Mora, todos se desmarcaron olímpicamente de la pelea que trató de inventar el polémico productor.
Durante esas horas de agitación en las redes, y en el peak de sus incongruencias, Gárgolas también declaró que: “Hay que fomentar la unión por el bien de la cultura”.
En la misma historia, recomendó un tema de Young Cister, uno de los esenciales de la música urbana chilena, al que tildó como “artista emergente”. Poniendo las cosas en su lugar, Cister tuiteó al respecto: “Disculpa Alex Gárgolas pero no soy un artista emergente. Llevo más de cinco años intentando aportar al género chileno antes que explotara”. Auch.
Al verse acorralado, Gárgolas fue incapaz de bajarle un cambio a su tono condescendiente y de nuevo intentó usar su poder como un comodín.
“Todos los países están viendo como Chile se está comportando”, escribió sin advertir que sonaba como un padre castigador que apela a la vergüenza del escarnio público para impedir una pataleta. En la misma línea, amenazó con dejar sin postre (es decir, sin Reggaeton Chileno Vol. 1) a los niños desobedientes del movimiento urbano local: “El álbum que iba a ser de chilenos ya no será así. Entrarán los verdaderos diablos de Puerto Rico al álbum y varios de Chile”.
La unión del género
A esa altura, ya era muy tarde para jugar esa carta y ningún cantante quería tener nada que ver con Gárgolas.
Un detonado Pablo Chill-E, a base de letales pullas, lideró el éxodo masivo del disco. “He preguntado bastante por ti en tu isla y todos saben lo que eres”, le dijo el Shishiboss en un mensaje rematado por emojis de cerdos.
Luego le habló directamente a sus colegas: “Ustedes ya son exitosos, no necesitan de un disco culiao perkin para sonar más”.
Al rato, cada uno de los invitados empezó a bajarse, algunos sin desperdiciar la oportunidad para vapulear al puertorriqueño por su oportunismo y sus aires de superioridad.
De hecho, la frase “Me bajo del álbum” se volvió un meme automáticamente.
La vertiginosa caída en desgracia de Gárgolas quedó sellada cuando, en una decisión sencillamente estúpida desde el punto de vista estratégico, posteó una foto de Pablo Chill-E ninguneando su carrera e insinuando que usaría su poder para boicotear las fechas de los nuevos artistas chilenos en el extranjero. Fue un disparo en el pie.
Al rato después tuvo que hacer el anuncio inevitable: “No va el álbum de Chile. Quédense en su país”. ¿Fin de la polémica? No necesariamente, pero sin duda esto pone una lápida en los proyectos que el empresario tenía en el país.
Eso sí, la posta del fallido disco de Gárgolas fue tomada rápidamente por varios productores nacionales que vieron la oportunidad de, ahora sí, hacer algo histórico desde adentro del movimiento.
Entre la audiencia, los artistas y los medios se respira un aire de consenso que no se sentía desde los días del estallido social cuando todos estaban de acuerdo en condenar a las autoridades y las instituciones. Tener un enemigo común, por lo visto, sintoniza voluntades.
Irónicamente, el nefasto paso por Chile de Alex Gárgolas sí consiguió unir a la escena en su conjunto, solo que no en torno a su figura sino en contra de ella.