No solo es un cantante de moda. Polimá es una figura clave del Chile que viene. Se trata de uno de los embajadores y portavoces de la nueva música local.
La presencia de Polimá Westcoast en Viña responde, obviamente, al éxito comercial de su música. Todas las métricas avalan su popularidad, que a la vez alimenta el relato favorito de los medios masivos que hablan de música urbana: la historia de superación de un cantante que viene de abajo y llega a la cima.
Este relato es cierto en el caso de Polimá, al que los más atentos han visto crecer desde finales de la década pasada, cuando se inició como corista de Shelo (uno de los primeros en pegarse en Chile antes del boom urbano) y recién tomaba vuelo en el trap imitando el estilo del prodigio estadounidense Lil Uzi Vert.
En cinco años y frente a nuestros propios ojos, Polimá Westcoast pasó de personaje secundario a protagonista absoluto. Sin embargo, detrás suyo hay mucho más que la historia de superación y los impresionantes números que la prensa destaca para encubrir su ignorancia respecto al fenómeno urbano.
Más que un cantante de moda, Polimá es una figura clave del Chile que viene. Se trata de uno de los embajadores y portavoces de la nueva música local, un rol que asumió al pronunciar estas palabras durante su presentación en Lollapalooza 2019: “El trap es cultura y van a tener que escucharnos”.
Ese momento profético lo cimentó como una joven leyenda. Ahí estaba él, un afrochileno con trenzas de colores, leyendo el futuro de la música en un país que estaba a punto de ser chasconeado por una generación de cantantes y productores que ampliarían el margen de lo posible para los músicos chilenos.
Con su mera presencia, Polimá simboliza cambios y evolución. Su piel morena, por la sangre angoleña que lleva en las venas, representa una chilenidad 2.0 menos insular que la tradicional y por lo mismo mucho más conectada con el mundo, sin duda un factor en la internacionalización de su carrera.
Por otro lado, la voz de Polimá Westcoast tampoco es algo típico. No solo por el uso de Auto-Tune, todavía cuestionado por quienes no entienden que es lo mismo que usar distorsión en una guitarra, sino por su carácter andrógino que recuerda a Arcángel y conecta con esta época de revisión de las masculinidades.
En cuanto a las letras, si bien es más lúdico que sus colegas enfocados en la crudeza de la realidad, Polimá Westcoast siempre ha hecho un excelente trabajo capturando las tendencias y obsesiones del momento, ya fuese la ropa Supreme (en el tema homónimo junto a los legendarios Yao Skuad) o la cultura otaku.
Visible como nunca en el diseño que vistió para la gala de Viña, conectando su origen africano con su interés por Japón, ese sentido de la moda es una de las principales razones de su éxito en tiempos donde todo entra por los ojos y cada contenido sonoro tiene la obligación de ir ligado a uno visual.
Sumados a una trayectoria llena de postales históricas con otros íconos como Pablo Chill-E, Young Cister y Paloma Mami, los factores recién enumerados (origen, simbolismo, imagen, mensaje, sonido) configuran a un artista que es mucho más que números. Que se diga con todas sus letras: Polimá ya es una joven leyenda de la nueva música chilena.