Tiro de Gracia: no hay mucho que celebrar

Tiro de Gracia en los días de Ser humano

Se cumplen 25 años de Ser humano, el breve momento glorioso de una historia que ojalá no se repita con la generación urbana.

Así recuerdo la historia. Yo tenía 11 años y una buena tarde de 1997 escuché por primera vez en la radio “El juego verdadero” de Tiro de Gracia. Fue alucinante. Sobre todo cuando supe que la zona cero del grupo estaba en el pasaje al lado del mío, en la Villa Alonso de Ercilla en La Florida. Que vinieran de los mismos blocks que yo fue determinante para mí. Si ellos podían trabajar en la música, yo también podía permitirme ese sueño.

Tiro de Gracia cambió mi vida y la de mucha gente, como atestigua el éxito multiplatino de Ser Humano, ese disco mágico de hip hop pasado por el cedazo del Nuevo Rock Chileno. Epocal a más no poder, el debut de los Tiro auguraba una carrera brillante para Juan Sativo, Lenwa Dura y Zaturno. El transcurso del tiempo, sin embargo, diría otra cosa, transformando su historia en un cuento precautorio para la generación urbana.

Lo digo porque, con el debido respeto a las proporciones, hay paralelos sustanciales entre el impacto que causaba TDG a fines de los noventa en la sociedad chilena y el impacto que causan los cantantes urbanos más pegados actualmente. Los primeros con su mera existencia desafiaban la inercia de un país no tan habituado a que los hijos de la clase obrera se conviertan en superestrellas de la música. Los segundos también.

“Somos la sombra del sector sur de Santiago (...) Hablamos de las vivencias del barrio, de los amigos, de lo que pasa a nuestro alrededor. Sigue habiendo mucho racismo y prejuicios de clase en nuestra sociedad”, le decía Lenwa Dura al diario El País durante la primera visita del grupo a España, dando la vuelta olímpica tras Ser Humano. Casi un cuarto de siglo después, los artistas emergidos desde poblaciones siguen en esa sintonía.

Tiro de Gracia

Cuenta el mito noventero que la negativa de Tiro de Gracia a dar entrevistas no era, como se decía oficialmente, parte de su estrategia promocional, sino solo una forma de enmascarar la incomodidad mutua entre ellos y la prensa debido a la brecha social y generacional que los separaba. Hoy en día esos muros continúan en pie, aunque ya tambalean debido a la presión que el boom urbano le mete a los medios.

Con tanto terreno en común, ahora Tiro de Gracia podrían ser unos OG, es decir, un oráculo para sus pares más jóvenes. Pero tras el boom todo fue decadencia para el proyecto. Antes del segundo disco, su núcleo humano ya estaba resquebrajándose, como evidenció la salida del productor Camilo Cintolesi con estas palabras: “Yo creo en los trabajos en equipo. Cuando se pierde eso, el respeto entre las personas, a mí no me interesa”.

De ahí en más, el resto sería cuesta abajo. La secuela de Ser humano fracasó. Zaturno se alejó del grupo. Los lanzamientos posteriores nunca prendieron igual. Lenwa Dura se fue en horribles términos. Hubo vergonzosos dimes y diretes públicos con pleitos legales de por medio. Juan Sativo pasó sin escalas de joven promesa a viejo crack dando malísimos shows en solitario bajo el nombre de Tiro de Gracia y, de paso, devaluando la marca.

Entre excesos de cocaína, delirios de grandeza, peleas a combos, enredos de plata, acusaciones de tratos laborales injustos, amenazas a punta de pistola y, en general, una completa falta de preparación para lidiar con el éxito, la magia de Tiro de Gracia se esfumó hasta dejar solo una estela de nostalgia para los que crecimos con su música y para la generación de raperos posterior, que pese a todo los consideró legendarios.

Ser humano

Ahora que se cumplen 25 años de Ser humano, Juan Sativo camina por un lado, mientras Lenwa Dura y Zaturno van por otro. Ambos proyectos se hacen llamar Tiro de Gracia. Entre medio hubo una reunión que nunca estuvo libre de tensiones y no fructificó. El aniversario de un disco tan enorme podría llenar un estadio, pero hay que conformarse con verlos en escenarios menores, reducidos a ser un nostálgico autohomenaje.

De ser realmente inspiradora, la historia de Tiro de Gracia pasó a convertirse en una advertencia sobre lo que ocurre cuando el peso de la fama aplasta los sueños compartidos, la afinidad creativa, la empatía entre compañeros de equipo y el hambre de logros.

Cuando la música deja de estar al centro, lo demás se marchita, pierdes vigencia y no te queda otra que vivir de recuerdos. Nadie está a salvo de correr la misma suerte.

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