A fin de mes se casa un amigo del grupo que tenemos con mis compañeros de infancia. Desde el kinder que nos conocemos con los chiquillos y, a estas alturas, luego de más de 30 años ya somos como hermanos.
Doctor Cariño:
A fin de mes se casa un amigo del grupo que tenemos con mis compañeros de infancia. Desde el kinder que nos conocemos con los chiquillos y, a estas alturas, luego de más de 30 años ya somos como hermanos. Yo soy el más quedado del lote. Hay dos que ya están casados, otro lleva pololeando toda la vida y el novio es el infaltable galán, que al fin quiere zapatear en una pura fonda.
A mí, en cambio, no me han picado ni las pulgas y por eso quiero que puro llegue la despedida de soltero para darle de comer al animal. Pero también me da cosita. Con esta teleserie que están dando en la noche, me he pasado el rollo que el carrete puede acabar en una desgracia y con la cuevita que me gasto capaz que al final el que se ensarte sea yo. ¿Qué hago cuando llegue el gran momento?
Raúl
Mi pichón:
No se merece uno, sino dos paipazos bien pegados en la frente. Primero, por quedado y mamerto. Está bien que no todos nacimos Brad Pitt, pero a nadie le falta Dios, pueh, mijo. Y si la única vez que le ha sonado al chipote chillón fue viendo un capítulo del Pollo Valdivia eso no quita que aún esté a tiempo de mirarse al espejo y empezar a quererse un poquito más.
La autoestima no se compra en la farmacia, así que "soséguese", como decían las abuelitas. Pero déjeme decirle que el segundo coscorrón se lo tiene bien ganado, por creer que las novelas son ciertas, su sopenco. Es cierto que la teleserie de los amigos farreros que se agilan con la bailarina está buena, pero en la vida real esos carretes de adiós a la soltería lo único que se termina matando es la gallina. Cosa que a usted harta falta que le hace.
Tus consultas y dramas de tipo amoroso pueden aparecer en la Ventanita Sentimental si las mandas a doctorcarino@lacuarta.com