Amor de metal

Doctor Cariño:

Estoy entre la espada y la pared. En la U tengo dos compañeros que son yuntas. Son parecidos, chascones, escuchan heavy metal y andan todo el día juntos.

Yo soy de la misma onda y un día fui con ellos a carretear a un recital. Lo pasamos bacán, pero entre cerveza y cerveza terminé agarrándome a besos con uno de estos brocas, el que tiene un piercing en la nariz.

Estaba todo bien, hasta que el lunes pasado, su amigo me dijo que estaba enamorado de mí y que le había dolido la situación del beso en el concierto. La pensé bien y lo agarré a calugazos también, porque él me gusta más que el otro cabro del piercing, que a todo esto nos pilló abrazados.

Ahí vi una pelea monumental entre ambos, con patadas incluidas. Todo por culpa mía. Y si el otro cabro se peleó por mí quiere decir que también me quiere y eso me gusta.

O sea, no sé con quién quedarme.

Metalera

Oiga:

Me la sueño como una minita bien pálida, pintada con los labios ultra rojos, y con la pintura de ojos corrida, pero que no resalta mucho por el pelo morado que le cae sobre la cara. 

No obstante, hay muchas mujeres que andan con esa onda, pues a la moda no se le puede decir nada, y sería. Pero su corazón lo tiene convertido en un recital trasher. Es decir, salta y se mueve escuchando un ritmo que no entiende. 

Es que claro, pues mija, no puede enamorarse de dos cabros a la vez ni menos involucrándose en una mocha monumental. Debe lavarse la carita, poner una canción de Pablo Herrera o Zalo Reyes, y con el zoronca relajado, pensar con quién se queda. Aunque pienso que esto de los yuntas, podrían ser grandes amigos suyos sin algo más. Para qué hacerse atados.

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