Hace un mes salí a servirme una cosita y en un boliche conocí a una morenaza de labios gruesos, igualitos a los de la Angelina Jolie. Bailamos un rato y, envalentonados con copete, acabamos dándonos como caja en el baño del local. Calcule, doctorcito, que con el ajetreo dejamos hecha polvo la tapa del guáter. Estuvo de miedo. El mejor cacheteo de mi vida. Desde ese día, nos juntamos en todos lados a hacer la misma: en el taller donde trabajo, en el baño de una fuente de soda, en mi casa...
El drama comenzó la semana pasada, cuando la novia del maestro que me está pintando la casa llegó a dejarle el almuerzo. ¡Sí, adivino, doctorcito! Era la ardorosa Eva con la que tengo sexo salvaje. Ella se hizo la loca al verme y, para despistar, llenó de calugazos al hombrón de la brocha. Incluso aprovechó de recodarle que se casarían la próxima semana. Carepalta. Tiene que ayudarme. Al maestro lo conozco hace muchos años y sé que es un tipo derecho. Lo estimo mucho y me da una profunda pena que esta mujer, que en todo momento me aseguró que no tenía compromiso, le haga daño.
Aproblemado
Brad Pitt:
A varios amigos con malacué les ha pasado algo similar. Uno, incluso, hizo pebre el ring de cuatro perillas durante meses con la novia de su jefe. Cuando se enteró, perdió la mina y la pega, y se fue para la casa con un descomunal combo en el hoci. Él asegura que nunca supo que era la novia de su empleador. Mala pata. Usted ahora también tendrá que envalentonarse, pero no con copete, y hablar con el maestro. Si le tiene un cariño especial y no quiere que sufra, cuéntele la firme. El hombre no se merece una mujer así. Ella tiene todo el derecho a acostarse con Pedro, Juan y Diegucho, pero no a jugar con los sentimientos de un tipo noble y trabajador. Converse con él. Es mejor que sepa al toque con qué chichita se está curando. Más tarde será mucho más doloroso. Cambio y fuera.