Doctorcito:
Soy un romántico cantante de micros. Hace cuatro años me subo al Transantiago para interpretar temas de Arjona, Miguel Bosé y Marco Antonio Solís. Pero lo que me sucedió hace tres meses fue casi una película. Tipo 11 de la noche alcancé a colarme en un recorrido cerca de la Plaza Italia con destino a Las Condes. Iban cuatro pelagatos y una mina arriba. Pensé en no cantar, porque seguro me iría sin ni uno, pero para justificar mi viaje gratis partí con Morir de Amor, de Bosé. En la mitad de la interpretación, la única mujer que permanecía en el bus se puso a llorar como condenada. Paré con mi obra musical y me acerqué a ella. Me miró, tocó el timbre y se bajó corriendo y llena de lágrimas. Así que me urgí y salté a la calle a pillarla. Ahí le pregunté qué le había pasado y me respondió que ese tema de Bosé la destrozó, porque la había dejado un gran amor, precisamente con esa canción de fondo. No entendía nada, pero le seguí la parla y me invitó a tomar un café a la casa. Y ahí empezó a quedar la esposa del zorro, porque se le ocurrió abrir una botella de pisco y una de ron. A las 2 de la mañana estábamos los dos llorando, porque le abrí mi corazón y le conté la PLR que me había pegado mi esposa hace un año. Finalmente, terminamos acostados. Pero cuando desperté me miré al espejo y me caché todo rasguñado. La espalda con sangre y la cara pintada. No había nadie en la habitación, así que arranqué. No usé preservativo y estoy preocupado.
Hombre de la guitarra:
Si usted hubiese terminado la canción con menos rating que el canal San Carlos y con tres pelagatos durmiendo o mirando para la calle, se hubiese evitado todo lo que pasó. Y partió mal y terminó peor. Si la hembra lloraba, usted tendría que haberle pasado un pedazo de ‘confor’ para que se limpiara los mocos, las lágrimas, y chao. Pero no, se bajó de la micro a engrupir. Y lo hizo de puro califa. Y ella le siguió la corriente, se lo engrupió, usted calló redondito, lo curó, se lo rechifló y le sacó la cresta a correazos, latigazos y demases. Y usted estaba tan muerto de curao que tuvo que esperar al otro día para ver cómo su espalda parecía un mapa del mediterráneo y su rostro convertido en el Tony Caluga. Vaya a hacerse un examen para cachar si su niño está bien y si se le pegó alguna cosa. Usted sabe a qué me refiero. No me alegro, pero no me da pena. Creo que lo que le pasó no es más que una lección de la vida. Ojalá que no tenga nada raro. Pero aprendió bastante con la paliza. Ahora, no se le vaya a ocurrir aparecerse por ese departamento de la muerte, pues la mujer es enfermita y usted no podría ser más longi si quiere recibir una vez más su merecido. Lo que pasó, pasó, y chauchera.