Mi doc:
Le cuento que alucino con Rubén Blades. Me pongo turnia con la voz de Héctor Lavoe. Me muerdo el labio escuchando a Óscar de León. Gilberto Santa Rosa hace que mi cabeza gire como la de “La Exorcista”. Y Frankie Ruiz, ¡ay papito!, ha hecho que se me salga un poquito el pipí.
Doc, no sé si cachó, pero como que me vuelvo loquilla con la salsa. A esta altura es mi aire. Y con mi marido es algo que compartíamos desde que éramos cabritos. Nos enamoramos con una salsa de Willy Colón. La bailábamos de miércoles a sábado, con todo ese azúcar. La escucho en la pega, en la radio de la casa... Como que me posesiona el alma, ¿me entiende?
Y hoy, que mi amado bailarín ya no está conmigo, desde hace ya 10 años, adoro más la salsa. Me hace recordar su cuerpo y las miles de veces que la bailamos en el balcón del departamento...
¿Sabe? Mi corazón ha estado sanando y quiero estar lista para volver a compartir mi alegría salsera, volver a bailar y ser feliz, de nuevo. ¿Cometo algún error?
SALSERA
Mi dama feliz:
Oiga, me dejó patuleque. No soy muy dado a la salsa, pero comparto en algo ese sentimiento, aunque la gente lo lleve tan re poco a la práctica: querer vivir, disfrutar, porque como dice la eterna Celia Cruz, “las penas se van cantando”.
Linda y feliz amiga, viva su carnaval, que la pena ya pasó y esa pena la puede sobrellevar con éxito.
Póngase un escote colorinche y guarde ese desteñido luto. Que vuelen los flecos y que salgan a tomar el fresco esos zapatos coquetos.
La vida, usted bien sabe, da sorpresas, pero para eso tiene que volver a mirar al mundo de frente. En bailar y encontrar acompañante no hay engaño. Y sé que sabrá apuntarle a la felicidad. ¡Si la lleva en los pies! Azúuucar.