Hace un tiempo le conté a mi mejor amigo que estaba atinando por fuera del matrimonio y le pedí que en caso de necesidad fuera mi aval ante la patrona de mi hogar.
Y fueron varias las oportunidades en que el compadre me prestó ropa, pero al tiempo empecé a sospechar que mi socio andaba en algo raro.
Le hice un seguimiento cuando supuestamente yo andaba zapateando en fonda ajena y ¡sorpresa! el muy bellaco tenía la mansa casa de remolienda con mi esposa, donde ella era la dueña del quilombo. Me la comí solito y besé mis dedos en cruz de que me la pagaría.
Y ahora paga el desgraciado, ya que en un momento de debilidad su patrona se puso a comer de mi mano. Ahora, él zapatea en mi casa y yo en la suya. Pero el “tonto Morales” me tiene pa’l gato, ya que él es mi amigo de infancia y quisiera que fuéramos los hermanos de antes. ¿Qué hago?
CHARLY
Don badulaque:
Menos mal que son compadres, amigos de infancia y hermanos, ya que de lo contrario habrían metido hasta el gato en este jueguito de patas negras y hembras de casco suelto que se gastan.
¿Qué le voy a decir? Que tienen la mansa casa de remolienda con sus vidas y sus familias. El daño está hecho, don Charly. No hay vuelta atrás y las opciones son dos.
En la primera se dicen la verdad a lo amigo, les cuentan a sus patronas y se separan para vivir unas vidas sin mentiras.
Y en la segunda, se dicen todo y las hacen de swingers para gozar. Pero ambas opciones son sin chillar ni llorar, a lo macho, porque “laca” ya está hechita. Que le vaya bien.