Cuarentona le corrió mano

Pasé todo el verano trabajando para llevar a mi viejita a ver a Marco Antonio Solís, al que mi mami ama más que a mi papá. Me gasté las 100 lucas que valía el boleto más bacán, cosa que ella pudiera casi tirarle la barba al chascón. Y yo estaba feliz viéndola cantar hasta que de repente en la oscuridad sentí que otra señora de cuatro décadas pasó del típico toqueteo a agarrarme de frentón el sable láser. Mi mami no se dio cuenta entre tanta gente, pero esta señora marabunta en una me llevó a un rincón y como si fuera un palo selfie me agarró el bastón de carne  y se agachó a mirar el pajarito, y todo mientras Marco Antonio rebuznaba esa de “yo quiero ser más que tu amigo”. Al final me dio cosa y corrí donde mi mami, que no cachó nada, pero cuando iba en la micro me di cuenta que la devoradora me había echado su teléfono en un papel en la chaqueta. Qué dice usted... ¿la llamo o no?

VIRGINIO

Mi pollerúo:

Pensar que hay tanto gil buscando el premiado en esta cosa del Tinder, rebotando una y otra vez, y a pavos y sacos de brevas como usted las manos se le dan tan fácil. En su carta no me dice qué edad tiene, pero como soy vivo cacho que con cueva debe andar en los 18 y, pa’ peor, capaz que nunca le haya sacado punta al lápiz. Por eso al muy mamasán le dio cosita que una mujerota, con todo bien puesto, se lo quisiera tragar como si usted hubiera sido un cebiche de picoroco. Yo que usted llamo a la adicta al lente largo y le pasó, como bien lo describió, lo que se llama el palo selfie para que la artista se tome las postales arriba, abajo, de lado y contra la muralla. Tal vez la vida lo premió por ser buen hijo y llevar a la mami al concierto, ¿o no? Piénselo o si no pase el número para acá. 

COMPARTIR NOTA