Del estadio al motel

Mister Doc: 

Soy más fumador que ocho. De hecho, con el partido de la Selección con Uruguay andaba en el Estadio Nacional. Y el maldito pucho tiene sus cosas.

Después de que Paredes hizo el primer gol bajé al sector fumadores y prendí mi primer pucho. De ahí en adelante no paré de echar humo. Encendí otro, y otro y otro, hasta que, cuando ya tenía los pulmones descosidos, se me acercó una mujer mayor -casi 50 creo- y me pidió fuego.

Era espectacular: cintura de avispa, una polera de la Roja ajustada y con una delantera extraordinaria. Andaba con frío parece, porque se le apreciaban dos botones de pánico.

Para qué decirle lo que había hacia abajo: jeans ajustados a la cadera y unas zapatillas con terraplén. Diosa la vieja. Entre aspirada y aspirada me metió conversa hasta que nos abrazamos con el gol de Vargas.

De ahí en adelante fueron versos y versos. Terminamos en un bar y un motel. Desperté ayer sin nadie al lado y me puse a escribirle al toque. Ayuda.

Hincha

Don Ceacheí:

Y todo por el maldito cigarro. Si no fumara gritaría los goles de la Roja con más fuerza, podría subirse a la reja a echarle xuxadas a los uruguayos en tres segundos y no en 10 minutos como lo hace una persona con los pulmones calcinados. 

No le digo que lo deje, pero por culpa del pucho se comió a la tremenda vieja que le hizo ver burros verdes en el ring y que le hizo el meneíto, el vuelo del cóndor, el ciclista, el cocodrilo, el avispón verde, la Marilyn Monroe, el totoreto, el ñe, el pollito pastando, la máquina de coser, el beso oscuro y otras cosas. 

Lo pasó bien, pero el destino fue gracias al cigarro. Si despertó y no había nadie al lado, cruce los dedos si es que no se le perdió algo en la billetera y váyase a la posta al toque, hágase un examen de sangre y revísese muy bien. Ojalá que no le pase nada. 

Pero eso de irse a encatrar con alguien que conoció en menos de un día es dudoso. Ahora, con copete y más cigarro puede pasar cualquier cosa. Ojalá sea hembra la damisela. Yo que usted me encomiendo al de arriba para que no le suceda nada. Pero nunca más lo haga.

Parta por dejar el pucho, hijo. 

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