Destapó su "lado B"

Estimado doctor:

Mi nombre es Fernando, descendiente de españoles vascos. Hace como 40 años, cuando era cabro, tuve una escapada nocturna, tipo farra con un copiloto. Eso era algo normal en mi vida, cuando tenía cerca de 24 años. Atinábamos de lo lindo y dejé muchas marcas en la cacha de mi pistolón. Una de esas aventuras me marcó sobremanera, e involucraba a una gitana descarriada y a una rubia tipo estrella de Hollywood, con todo: 90-60-90. Hicimos contacto en una disco y nos fuimos a la playa más cercana en mi auto.

Yo tuve mi duelo con la rubia, haciendo valer que era dueño del auto. Aunque la zíngara era dinamita. Bueno, a lo central, doctor: en medio de la pasión con la rubia y cuando estaba en plena erupción volcánica del grado cuatro a expresa petición de ella, descubrí que... ¡era rubio! Quedó la escoba. Las dos pa’ fuera del auto y hasta combos hubo.

¿Y cuál es el atado se preguntará usted? Bueno, es que después de tanto tiempo aún sigo pensando en lo feliz que fui con esa “rubia”. Hace unas semanas, en un viaje al norte, la volví a ver y me sentí inquieto al verla, vieja y fea, claro. ¿Qué hago, mi señor?

NORTINO

Don Fer:

Quedé para dentro, fíjese. A mis años de consulta he visto cartas raríficas, pero la suya me deja mudo. No por el hecho de que haya intimado con un macho-hembra, sino porque transcurrida una porrada de años, destape su lado “B”. 

En su carta -lo que omití por cuestión de espacio- usted refiere que es padre y abuelo, que tiene una familia ideal, con una mujer que lo quiere, que ha tenido sus buenos murallazos y revolcones con damiselas de buen dar, y que es un macho en duda. Me resta decirle que sólo usted sabe quién realmente es. Puede que en el calor de la noche nortina se haya confundido acerca de las credenciales de la “rubia”. De hecho, usted gozó con ella... hasta que descubrió el pastel. Usted está embelesado con esa mujer anterior al desopilante descubrimiento. 

No se devane la sesera. Verá que la “rucia” que usted quiere era una rucia de mentira, un “fatha morgana”, como diría el escritor Hernán Rivera Letelier. 

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