Mi señor:
Doc, le escribo para que me dé un diagnóstico, capaz que hasta me recete medicamentos...
Mire, conozco a una amiga hace unos 20 años y tenemos una relación, como le dijera... algo extraña.
Fíjese que nos azotamos cada vez que hay un funeral. O sea, vamos de entierro en entierro. Primero fue después del fallecimiento de una tía-abuela de ella y ya hemos visto desfilar tanto ataúd que ya ni nos quedan parientes por llorar.
Estoy desesperado, porque ahora estoy calculando que vamos a tener que ir a funerales ajenos y no sé si eso esté muy bien que digamos. ¿O sí?
Ella me gusta y yo creo que también le gusto, pero se me hace cruzar el puente y decirle que pa’ que tanto con lo del luto y proponerle que ahora nos demos como caja, no sé, después de un almuerzo o una cena... O después de un carrete, por último, digo yo.
EL NEGRO
Funebrero:
Mire, su anormal. Mis ojos han leído toda clase de fantasías sexuales, pero esta supera todo... Medio macabra su relación, pues. Pero bueno, cada uno con su locura y es su tema si pone los ojitos blancos cuando unos ya los han cerrado, su enfermito.
La subnormal de su “pareja” calza perfecto con usted. Pero como además es amermelao, todavía no se ha dado cuenta.
Le aseguro, le recontraseguro, que tendrá respuesta postiva de parte de “Morticia”, dada las condicones sicológicas de los dos. Le deseo suerte y pobre que me entere que anda haciendo cochinás en funerales ajenos.