Doctor:
Tengo un gran dilema. Me gusta el copete, pero no como un alcohólico, sino que con mis amigos a mitad de semana y el viernes o sábado.
Trabajo bien, respondo con mis niños, con mi señora y con mi entorno.
El problema es que el otro día se me pasó la mano y me caí en el patio. Me pegué en la nariz y más encima me mordió mi propio perro. De ahí que mi señora no me habló más.
Me dijo que ahora la cosa no era igual que antes y me prohibió tomarme un copete más. Yo le dije que sí, pero igual debo reconocer que me gusta y lo extraño.
Lo que pasa es que con mis amigos lo pasamos impeque con una piscolita conversando. Ahora, lo del otro día fue un hecho puntual, pero mi señora creo que se fue al chancho.
¿Estará bien ella?
Chamelo
Don Botellín:
Su problema no es tan grave. Conozco a varios que les pasa lo mismo, pero uno se salvó porque la señora no tiene olfato y por más que le huele el tarro con alcohol no lo cacha.
Así que el hombre se hace el cansado, cuando en realidad está muerto de cocido. Más encima llega a la casa y la mujer hasta le da la pasá. Feliz.
Pero usted está al otro lado de la vereda, mi señor. Tiene que hablar con su señora y transar.
Si siente que tiene problemas con la chupilca, déjelo. Si cree que con un par de amigos, un par de copetes y un par de hielos una vez por semana es lo normal, negócielo.
En este punto último es donde tiene que ser serio. No prometa cosas que no va a cumplir. Si va a decirle a su señora que no quedará más borracho denigrante, trate de que sea así y evite llegar con la cabeza debajo del brazo.
Con prudencia, todo se puede hacer.