Tengo 32 años y ahora viendo las noticias me puse a cachar lo que venía para el próximo Festival de Viña. A raíz de ello es que le escribo, porque me acordé lo que me pasa hasta ahora y estoy un poco desorientada. En febrero del año pasado me fui a Valparaíso con mi pololo y justo tocó la época de Viña 2012. Me encanta Juan Luis Guerra, así que esa vez partí sola a la Quinta, pues mi pareja se fue a chupar con sus compadres. En tres horas de espera no logré nada, hasta que un revendedor de entradas me pasó un ticket a cambio de nada. Me dijo: “Me fue bien y ya ni ca... la vendo. Juegue, señorita’’. No lo podía creer. Entré a ver el show. Baile, canté y la pasé increíble. Pero a la salida me topé con el hombre que me salvó la noche. Le di las gracias y me invitó a un barcito. Buen tipo. Después de eso aún lo veo. Me porto mal, pero muy mal con él. Y mi pololo me pidió matrimonio. Desesperada estoy.
Sexy
Cumbianchera:
Le subió la bilirrubina con el grandote de la barba y con el hombre que le pasó una entrada más falsa que charchazo de payaso. Igual entró, pero no voy a andar vendiéndole la pescada de la ilegalidad de los revendedores, porque usted ya es viejita y se las sabe por libro. Por algo fue el mismo día a la Quinta y no compró la entrada antes. Sópleme este ojo y este otro también. No, era una broma. Lo cierto es que le tengo que dar una respuesta y la tengo clarísima. Yo no entiendo cómo puede seguir con su pololo después de tanto tiempo jugando a dos bandas, como el cabro chico del Félix de “Los 80”. Más encima el pobre le pide matricidio. Córtelo, pero no le cuente la verdad. Él sufrirá tanto con el no que le va decir, pero sería peor que le relatara toda esta historia que es más trucha que el beso entre el Rafa y la Eva. No le haga daño de más a ese pobre cornudo. Hay orgullo de por medio. Si le cuenta lo del revendedor, lo mata. Y siga con su amor que vende a luca y a mil.