Doctor:
Me casé a los 19 años, cuando estaba en segundo año de universidad. A los siete años de matrimonio empecé a salir con un ex pololo. Así las cosas, se me acabó el marido.
Con este andante viví las cosas que no disfruté durante mucho tiempo, pero desperté de ese sueño y volví con el hombre que nunca debí dejar. Bueno, hasta la fecha he terminado y vuelto con él un total de cuatro veces, y todas porque lo engañé.
La última vez me echó de la casa. Sufrí por mis niños, pero igual nomás no dejé a mi nuevo amante, que es 15 años menor que yo.
En marzo vuelvo a mi casa. Mi "marido" se va a otro lugar y me deja con mis hijos.
Yo creo que lo sigo amando, pero me agobia, porque me persigue todo el día, me ve el WhatsApp, el Facebook...Eso no lo puedo aguantar. ¿Qué hago?
Guacolda:
Mi loquilla...
Me chupo el índice, levanto el dedo hacia el cielo para ver para dónde corre el viento y sí... usted es una persona, a ver, cómo le digo en finos y suaves términos: fogosa. Eso.
A usted, definitivamente, le gusta el leseo. Y está bien querer pasarla bien, airearse, darse varias vueltas a la esquina, pero el problema es cuando sus actos afectan a otros, que en este caso son sus hijos.
De su esposo no da ni para que dé lástima. Es un pajarito que se convirtió en pajarón de adulto. Es que cómo alguien puede aguantar cinco infidelidades. ¡Cinco! Le creo que una, pero para nunca más volver a cometerla, por respeto al que duerme a diario a su lado.
Mi chicharra, mejor se separa oficialmente y deje de lamentarse y darle la lata a tanta amiga a la que le cuenta el mismo cuento. Abúrrase...
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