El premio de consuelo

Amo de los sentimientos: 

Desde chiquitito que canto. En el jardín, cuando andaba con los pañales llenos de pasteles, la rompía en los actos. Después vino la básica, la cantaba en cuanto concurso había. Mis primeras pololas me conocieron por ese lado y cayeron como moscas. Ahora, a mis 30 años, estoy casado, no canto ni en la ducha, trabajo, trabajo y trabajo. Mi señora no me pesca, mis cabros chicos están en otra y estoy más tirado que los pacos y ratis presos por andar haciendo mexicanas. Entre penuria y penuria vino la fiesta de la empresa. Ahí me tomé unos copetes y me dio por participar en un concurso de la voz. En una hora y media estaba en la final. O era la representante de las secretarias o era yo, el de los programadores, el que se ganaba un pasaje a Brasil. Canté Sergio Dalma y ella Thalía. Perdí. La mina era casi profesional. Pero me fue bien con ella. Me consoló con un trago en la barra, me invitó a bailar y terminamos a besos en un barsucho a las seis de la mañana. Ahora, aunque no lo crea doc, me enganché con ella y me invitó a Brasil. En serio.

galán

Hombre desafinado:

Es seguro que ya no canta en la ducha, porque quizás se preocupa de hacer otras cosas para salvar el poco cariño de su mujer. O no canta, porque en  realidad en el colegio eran todos sordos y ganaba porque en el país de los ciegos el tuerto es rey. Pero tan malo no debe ser. Si llegó a la final, es porque por lo menos la voz le da para gritar ¡el gas! o ¡el pan¡ o ¡el diario La Cuarta¡ El final de su historia es notable. Lo del pasaje a Brasil parece una mentira tipo Canitrot. Pero yo le creo. Si la cosa está mal en la casa y no hay vuelta atrás, busque un nuevo camino, cómprese una sunga (un trajebaño con nariz) y parta a Brasil con la secretaria. Pero también está la opción que llegue a su casa, su señora lo tome en cuenta y usted le canta una canción romántica y ella se le lanza. No es malo. cante como cuando era niño. Esa puede ser la solución para todas sus incertidumbres.

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