Señor consejero:
Eso de que los sueños se hacen realidad, existe. Y le digo esto, porque estoy viviendo una experiencia de ese tipo.
Aunque esta experiencia, quizás, creo que es más una pesadilla, por todo lo que significa para mí.
Pasa que llegué de Cordoba hace tres años y me fui a vivir a una residencial en el casco histórico de Santiago. Encontré un trabajo y comencé a leer unos libros románticos en las noches para quedarme dormido.
De tanta historia terminé soñando con una mujer de azul y rojo, como si fuera la bandera chilena que me recibió en este país. La tipa era preciosa y se gastaba un infartante escote. De ahí todo perfecto, hasta que llegó una loquita a la pensión a preguntar por una pieza. Le juro doc que era la misma figura y rostro del que había soñado. Casi me morí. Y se quedó a alojar.
El problema es que lo hizo con su marido. Y ahí partió el atado. Un día durmiendo sentí que me golpearon la puerta. Era ella vestida con el azul y rojo. Pensé que era el sueño y la agarré hasta las 6 de la mañana. Imagínese cómo quedé. No fui ni a trabajar.
Ahora aún la hembra pernocta por las noches y ya no le abro la puerta, aunque las ganas no me faltan. S.O.S.
Karlos
Che Carlitos:
Eso del “pasa que’’ me gustó. Se cacha el tinte gardeliano que lleva en la sangre y también se percibe ese tono fanfarrón que les gusta a las mujeres de acato.
Y, seguramente, eso le sucedió a la fémina que fue a preguntar por una pieza para ella y su marido y terminó en otra habitación poniéndole bueno con el hombre que la soñó y que despertó con la historia convertida en realidad.
Suena bonita esa mezcla mística de Chile y Argentina, pero lo que vale acá, compadre, es que usted se está embarrando a un hombre casado comiéndole la color.
Fíjese al final del libro que está leyendo y se dará cuenta que al patas negras le sacan la cresta y lo dejan en pelotas en una plaza, sin ni un peso para hacer cantar a un ciego.
Che Karlos: no se meta en problemas y por último cámbiese de libro. Lo que sí, trate que no sea una publicación sobre la linda Africa. Porque si se le hace realidad lo que sale allí, me imagino al negrito tocándole la puerta en la noche y usted arrancando siempre hacia la pared.