Tengo un problema de cuatro patas. De familia siempre hemos sido corraleros, y me crié entre caballos. Por eso la tradición ha ido de generación en generación y yo conservo mi par de purasangres, con el que he ganado más de una vez.
Doctor Cariño:
Tengo un problema de cuatro patas. De familia siempre hemos sido corraleros, y me crié entre caballos. Por eso la tradición ha ido de generación en generación y yo conservo mi par de purasangres, con el que he ganado más de una vez.
Pero ahora he empezado a odiar mi pasión. Me duele decirlo y es primera vez que me atrevo a contarlo, pero tengo la dura sospecha que mi mujer me está engañando con uno de los jinetes. Es más, siento que todos saben y que lo cuchichean a mis espaldas, porque ella pasa metida en el hipódromo. Al principio no le hallaba nada raro, pero desde que me contaron veo sus miradas pervertidas y me los imagino montando, usted sabe. Además, odio el mito de que los jockers tienen la media huasca y por ahí voy a perdedor. ¿Qué hago?
José Luis
Mi paseador:
A ver, por terrible que parezca ese galope entre el chico de la fusta que le llega al suelo y su doncella liviana de cascos, por ahora la historia no pasa de ser un rumor. Y aunque no es menos cierto que si el río suena, caballitos de mar en este caso trae, no puede hacerle caso a los celos demoniacos tan sólo por los cahuines de centro de madres, que han existido desde que la tierra aún estaba caliente, como su pesebrerera.
Por eso, mi querido amigo, le aconsejo que antes de cometer una locura enfrente a su esposa para aclarar las cosas para bien o para mal. A veces mirar a los ojos es el mejor detector de mentiras, así que vaya de frente y encare. Tal vez todo sea imaginación suya y aún puedan montar juntos. Suerte.
Tus consultas y dramas de tipo amoroso pueden aparecer en la Ventanita Sentimental si las mandas a doctorcarino@lacuarta.com