Hambriento de amor teme poseer un cuchillito en vez de sable

Doctor:

Se acerca la fecha de mi cumpleaños y me encuentro más solo que un dedo, en lo amoroso, se entiende. Llamo a amigas y nada, a ex pololas e igual Pascual. Estoy que lloro, salvo porque hace poco me saltó la liebre con una vecina que anda sola porque su marido la dejó botada.

Está muy buena y cada vez que coincidimos regando el pasto me conversa, sonríe y derechamente me invitó a tomarnos algo en su casa. ¿El atado? Es que yo sé que su ex marido era conocido como el potro o el sable. Y yo no soy muy dotado, más bien normal. ¿Entiende?

Tengo miedo de que a la hora de la verdad se ría en mi cara. Cada día que le damos al regado del pasto, me tira directas a que la acompañe y que el césped se riegue solito. ¿Qué hago?

Juan Carlos

Don Juanca:

Las tonteras en las que nos fijamos los hombres. Claro que ayuda tener un sable en vez de un florete, ya que da ánimo y se presenta como una golosina apetecida.

Pero a la hora de la verdadera acción se vuelve algo secundario, ya que lo importante es saber usar lo que la naturaleza nos dio. No voy a darle clases en este reducido espacio de consejos, pro unas directrices no están de más. Primero, cultívese leyendo un manual milenario como el Kamasutra.

Eso para partir, después échese al cuerpo un buen mariscal y entre a patita pelada a la lid. Es más, si su estado es de real necesidad, deje todo de lado, mis consejos, el pasto y entre a la casa de esa fémina hambrienta de amor. Eso porque usted está en la misma situación. Déjese se pavadas, mijo.

Tus consultas y dramas de tipo amoroso pueden aparecer en la Ventanita Sentimental si las mandas a doctorcarino@lacuarta.com

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