Inflitrado amanerado

Una palabrita de ayuda, mi señor. Es primera vez que me atrevo a contar lo que me pasa, ya que esta cruz no la aguanto. En el pasaje donde vivo desde chico me han hecho bullying, porque soy medio fino. Le digo al toque que no se me apaga el piloto, por siaca, pero como nunca me gustó jugar a la pelota y en el caballito de bronce me pasaban montando, quedé como la “niñita”. Ya me da lo mismo, sabe. Total, yo sé que me gustan las minas y aunque aún no he pelado el plátano del amor, no pierdo la esperanza. Mi problema es que al barrio llegaron unas hermanas de miedo, que parece que comieron mucho pollo, porque les creció todo y eso que aún arrastran la bolsa del pan. Ellas también creen que soy medio raro y se hicieron amigas mías, pero me tratan como mina. Me meten a su pieza, se cambian de ropa y nadie dice nada, porque sus papás también creen que me gusta dar los abrazos hacia atrás. Pero ya no aguanto la tentación. Cada vez que ellas se desvisten a mí me sube la presión y temo tirarme encima. Socorro.
Confusio
Mi infiltrado:
Desde chico aprendí que en las canchas de tierra los que chutean con las dos patas son oootra cosa. No sé si será su caso, porque tengo que creerle que no nació para tocar la zampoña. Pero tampoco es muy lindo ir por la vida vendiendo la pescá de que se come los completos atravesados con tal de sacar provecho. Si yo me topara con un gallo así, que quiere puro pasar por las armas a mi hija mientras de cuento recoge el jabón, le pondría un par de charchazos, además de sapearlo por degenereque. Si usted está por convertirse en un lobo con piel de oveja, quizás aún tenga tiempo para ser machito y dejar en claro que tiene el motor adelante y no atrás, como los queridos Fiat 600.
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