Doctor Cariño:
Hace cuatro meses que comencé a correr. Soy un runner aprendiz, pero con gran entusiasmo. Partí en el gimnasio, luego los días domingo en la calle y ahora estoy haciendo casi 10 kilómetros diarios. Estoy de a poquito bajando la ponchera.
Pero mi problema nació en mi primera carrera oficial. Fue en una corrida que se hizo en el centro de Santiago. Me junté con mis amigos, nos hicimos un par de “selfis’’ y partimos la carrera. Llegué a los 10 K. Me demoré una hora y tres minutos. Feliz, corrí a buscar mi medalla, pero cuando me dirigía donde la promotora que las entregaba, una morena me llamó.
Se trataba de una jovencita perfecta que hacía masajes para los competidores. Me acosté de guata y sentí como sus manos acariciaban mis piernas. Si hubiese habido un hoyo en la camilla le juro que llegaba hasta el pasto con el quetejedi, pero la vergüenza fue cuando me dijo “dese vuelta’’. Ahí quedó la mansaca: Ella me miró el paquetito de monedas y me puse rojo. Arranqué.
Agarré un taxi y cuando fui a pagar, ya en mi casa, me di cuenta que se me quedaron todos los documentos y el celular en el masaje. Llamé y me contestó ella. Retiré mis cosas y la mujer me dijo que se había excitado con lo que pasó. Ahora me la como feliz a la fémina, pero tengo tres hijos y señora. Consejo urgente.
IRON MAN
Pie de atleta:
Estoy convencido que tiene las patas hediondas, que es malo para correr y que antes de tirarse los 10K se comió una parrillada para cuatro con una linterna con cuatro pilas. Es que no puede ser tan enfermo de la cabeza de abajo, a no ser que haya corrido con la caña para actuar tan califa ante un masaje deportivo.
Está bien que la mina haya sido una morena terrible de bella que le agarró las presas con aceite emulsionado, pero no puede darse vuelta y tener un short con nariz. Pésimo. Le mostró el tiburón y salió arrancando.
Por último podría haber inventado que el montículo en la parte púbica era la billetera que la fondeó para que no se le perdiera en la carrera. Su historia me huele a chiva.
No obstante, debo serle franco. La mina no debe ser normal como para declarársele por algo tan ordinario como un levantamiento de carpa. Le faltan palos para el puente a esa mujer. Y segundo, y lo más importante, yo puedo ser muy bueno para las xuxadas y las ordinarieces, pero la familia es sagrada, hijo. Sus brocas y su señora le agradecerán que su papá corredor siga llegando a la casa tranquilo y portándose bien, dejando afuerita las otras fondas. Caso cerrado.