Doctor:
No sabe cómo me siento, pero estoy a la espera que me dé un consejo. Trabajo en un lavaseco y soy casado. Tengo 32 años y el lunes de la semana pasada me quedé con una compañera haciendo horas extra. Tenía así un alto de camisas y vestones para planchar. Ella estaba igual, pero lavando la ropita con vapor.
Tipo dos de la mañana, en medio del calor que había en ese sucucho, fui a comprar un par de cervezas para bajar la temperatura. Ahí hicimos un aro y nos tomamos las chelitas.
Obviamente que se me calentó el tarro y después de estirar 10 prendas de ropas más, partí y compré cuatro más de litro. Terminamos la pega a las 5 y media de la mañana.
Ahí, medios copeteados con mi socia, nos pusimos a bailar y nos tropezamos. Entre el dolor de la caída y la cabeza media arriba de la pelota nos pusimos a agarrar hasta el grado tres.
Me dejó hasta medio cojo mi tía. Era brava, muy brava. Y ahora me persigue y me amenazó con acusarme con la jefa y mi señora, porque dice que me propasé.
Heriberto
Oiga, mi rey:
Su nombre me suena a cuando yo era chiquitito y prendía mi tele en blanco y negro marca Antú Color y veía la propaganda en la pantalla. Era algo así como “Heriberto, tápeme las patitas porque hace frío’’. Se trataba de un comercial de estufas.
Y así de simple: la estufa del lunes pasado fueron ustedes dos, el par de califas, que en vez de planchar la ropa, usted la planchó a ella, y el vapor del lavaseco no era más que el vapor que saltaba de ustedes después de flor de cacheteo.
En la pega no se toma copete, porque afloran sensibilidades que a veces uno no puede aguantar. O sea, si me tomara un traguito en mi consulta, le prometo que le haría el helicóptero a cualquier paciente rica que llegara a pedirme ayuda. Pero no, hay que ser profesional, y ustedes no lo han sido. Ahora, que ella lo amenace con acusarlo a su jefa y a su señora, le aseguro que es puro grupo.
No va a querer quedar sin una peguita donde puede revolcarse a la hora que quiera y con quien quiera. Usted, eso sí, actuó mal. A su mujer no se le engaña. Cuéntele la verdad, y a la peuca de la lavandería, dele el corte.