Doctor:
La angustia me carcome, doctor. Hace poco fui con mi pierna al casorio de un prima de ella en una parcelita. Hubo harto picoteo, un descomunal asado y copete para curar búfalos. El bailoteo estuvo cargado al reggaeton clásico, el axé y la bachata. De miedo. Y como si fuera poco, había una piscina para remojar las patitas y otras presas. Todo bien.
El drama comenzó con el exceso de copete. Como a la quinta piscola empecé hacer cambio de luces con la novia, que perreaba intenso con su marido a mi lado. Partió como la típica jugarreta, pero al rato subió de tono: miradas ardientes y uno que otro toqueteo “sin querer”. Para terminar con el asunto, partí al baño a mojarme la cara. Y aquí se puso peor la cosa, pues llegó la novia, me agarró a calugazos y estuvimos a punto de pasar al grado 3. Al terminar, la dama me dijo que le había encantado y que ojalá nos viéramos pronto. No le niego que yo también quedé loquito, pero amo a mi pareja y no quiero fregarla, menos con su prima. ¿Qué hago, doc?
Patas negras
Mister:
Me da rabia cuando los califas le echan toda la culpa al copete de sus andazas. Muchos de mis conocidos que están comprometidos también le ponen entre pera y bigote en los panizos, y no terminan encamados con otras chiquillas. Aquí el problema es otro: usted y la novia del año no cachan pa dónde va la micro del amor y, sin asco, traicionan a sus parejas. Pésimo. Más encima, usted dice que la “ama” y que no quiere fregarla. No se haga el gil, porque ya metió las patas a fondo. Ahora sólo le queda pensar si quiere continuar con su relación, y si decide hacerlo, comprometerse a respetarla mientras estén juntos. En cuento a la novia hot, la vida se encargará de ponerla en su lugar. Y ojalá ese lugar sea bien lejos de su pobre esposo.