Mala suerte en el juego y en el amor

Doctor del alma:

Requiero de sus sabios consejos, porque me mandé flor de condoro en las vacaciones. Estoy casado, pero a fines de enero partí con mi familia a El Quisco. Y ahí quedé convertido en un estropajo, y solo, debido a que mi mujer y mis hijos me echaron.

Todo por culpa del odioso vino. Me puse a chupar, y se me calentó el chonchón. Ahí partí al Casino de San Antonio, perdí y se me ocurrió terminar con unas minas que conocí a la salida. Cuento corto, llegué a la cabaña que arrendé sin ni un peso.

Debía arrendar más días y “pato’’ opté por morirme de la vergüenza y decir que había perdido todo. Mis hijos lloraron, pues tuvieron que devolverse a Santiago y mi mujer nunca más me habló. Socorro doctor, socorro.

Charly

Mire:

Es muy difícil que le perdonen un condoro como el que se mandó. Sus cabros chicos se sacan la cresta todo el año en el colegio y su hembra en la casa, ¿para qué? ¿Para que aparezca un padre pecho frío y les mate la culebra al dejarlos sin vacaciones? No, pues.

Usted se merece por un largo rato el desprecio de sus seres queridos para que de una vez por todas deje la maldita bebida, así como lo han hecho varios padres que se han pegado el alcachofazo.

Veo difícil que le den la pasada altiro, pero debe jugársela a morir y no volver a caer en todas esas porquerías que lo dejaron sin ni uno para parar la olla. ¡Uff!, y lo de las minas, para qué le cuento.

Le puedo re jurar que eran malísimas y con el copete en el cuerpo las encontró filetes. ¿Ve? Todo por el alcohol que debe dejar.

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