Malo pa'l catre

Por favor deme una mano o dos manos, porque estoy metido en el manso atado y la mente y el odio no me dejan dormir. Después de tres décadas de casados, con mi mujer nos vimos sin los hijos, que crecieron, estudiaron y se fueron. Además, la rutina en la cama nos tenía chatos y en una conversa animada por unos copetes, le ofrecí una choreza. “Vieja, ¿qué tal si nos animamos con una vida swinger?”, así, tal cual, se la tiré. Ella lo pensó un ratito y tras dos margaritas, me dijo: “Es medio peligroso eso, porque alguien termina picado o sufriendo… Pero si tú lo pides y te gusta, ya poh”.

Fuimos a un bar de parejas y matrimonios que les gusta jugar a las cambiaditas y después de tanto mirar, hallamos una pareja que nos llamó la atención. El tipo era un gallo flaco, con cara de turco, pelado y como de 100 años, pero su mujer era de 25, lindas piernas, caderas amplias y delantera de miedo. Enganchamos, fuimos a su casa y él partió con mi patrona a una pieza y yo con la cabra a otra. Me hizo un strip-tease de 15 minutos, me dejó hirviendo y cuando entramos a galopar, la potranca llegó a la meta al primer fustazo y se plantó a dormir. Quedé con gusto a poco y salí a ver qué onda con mi patrona. En el pasillo, sentí una de gritos, maullidos y rugidos de gata en celo: “¡Dame, papito, tú sí que sabes, papito! ¡Qué grande! ¡Sí, por ahí, por ahí, aaaaah!”. Era la voz de mi mujer, que gozaba como chancha, como nunca en nuestra vida de casados. Sentí envidia y una pica atroz. Una hora y media de dele que suene, con una tregua de 15 minutos y vuelta a la misma sesión. Así, por 9 horas. No dormí.

Nos fuimos a casa calladitos y no hemos tocado el tema hasta ahora. Ella me habla y hace como que nada. Estoy que me mato por culpa de ese maldito pelado. ¿Qué hago?

JULIÁN

Don viejo Julián:

¿Qué quiere que le diga? Se pasó para agilao, condoriento, mal perdedor y malo pa’l catre. Su mujer -que debe haber aguantado con santa paciencia su fomedad y pésimo desempeño en el ring de cuatro perillas- se lo advirtió: sin llorar. Y el muy brevas igual le echó pa’ delante.

Esto de los clubes swingers es para gente con criterio formado, personas dispuestas a gozar sin atados ni remordimientos. O sea, para guerreros y guerreras. Su mujer es guerrera y usted un pobre ave que mata de sueño a las mujeres. De ahora en adelante, tiene tres caminos: le pide consejos a su mujer para mejorar en el tálamo del amor y ser felices en la casa sin que se metan terceros; se abre a la vida swinger hasta aprender a manejar la fusta como un jinete experto, o muerto de odio se vira de la casa para buscarse otra vida.

Piénselo bien, muy bien, no se vaya a condorear, mijo, mire que la vida no es justa ni injusta. Es lo que es y sin llorar.

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