Empecé yendo a terapia porque andaba como medio deprimida, sin ganas de hacer nada. Y todo mejoró con el paso de las sesiones. Pero ahora apareció otro problema, uno de corazón.
Doctor Cariño:
No sé si es una obsesión o qué. Pero hace unos meses empecé a ir al sicólogo porque no me sentía bien: me demoraba mucho en hacer las tareas del trabajo, no disfrutaba hacer las cosas que me gustan y casi ni tenía ganas de hablar con mis amigos. Además, hace un tiempo había terminado con mi pololo y todo el proceso había sido medio "traumático".
Así que empecé a ir con el sicólogo, primero de manera telemática y, cuando ha sido posible, presencial. Al principio, lo veía por la pantalla y lo encontraba mino, sí… Pero cuando lo vi en persona, ya no solo era mino, sino que todo me empezó a gustar de él: su forma de sentarse, los gestos que hace con la mano cuando habla, la manera de escucharme, su forma de ponerme atención… todo.
Cada vez me he ido sintiendo mejor con las sesiones; pero ahora último ya no tanto. Mientras le cuento lo que me pasa cada la semana en mi vida, siento que puedo decirlo lo que sea y que puedo confiar en él. Pero ahora, solo hay una cosa que no me atrevo a decirle: que no dejo de pensar en él y, aunque intento que no sea así, no puedo.
Hasta me hice un Tinder para hablar con otra gente, y me he encontrado con puros giles. Él es distinto: maduro, comprensivo, hasta hace chistes… y obvio, un minazo.
No sé qué hacer con esto que llevo dentro… Ahora necesitaré dos sicólogos…
Katia
Katia querida
No soy sicólogo, pero imagino que lo que le pasa a usted es harto común. Debe ser fácil confundir las cosas en ese tipo de relaciones terapeuta-paciente.
Tratando de ayudarla a desenredar el problema, le diría que tiene tres posibles caminos. El primero es que, de alguna manera, se las arregle para dejar de ver al sicólogo con ojos de pasión y continúe como si nada hubiera pasado dentro de su corazón y de su cabecita.
El segundo, es decirle lo que le está pasando y ver si, en una de esas, quizá usted a él también le revuelve las hormonas… o también puede ser que no. Esas son las dos posibles respuestas. Pero ojo, si usted toma este camino, debe asumir que él ya no podrá ser su sicólogo, porque nada que ver andar mezclando los temas.
Y una última cosa: recuerde que él es sicólogo y está haciendo su pega. Usted lo conoció metido en ese papel; no es lo mismo que si lo hubiera conocido en un bar, a través de una amiga, o qué se yo. Él es sicólogo, pero esa es sola una faceta de él. Cuidadito con idealizarlo.
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