Papi Micky

No sé cómo empezar. Pero la voy a hacer corta. Soy padre soltero, mi mina me dejó con mi cabro chico y se fue con mi mejor amigo. Ambos partieron al norte, porque el gallo es minero. Y ella decidió nunca ver más al pequeño. En esa época tenía seis meses. Y ahí quedé yo, con pañales, leches y arrumacos para él. Han pasado seis años y no he tenido a nadie, porque mi tiempo se lo dedico a mi perrito. De la pega al jardín, y a la casa. Los dos solitos. Y ahí entablé relación de buena onda con la tía del establecimiento educacional. Me invitó a su cumpleaños, y se anduvo curando. Ahí me pidió que la ayudara en la cocina a partir la torta. Y se me declaró. Nos besamos por tres minutos y el problema es que como ella estaba entonada me bajó los pantalones, le puso pestillo a la puerta y cara de palo... El lunes no fue a trabajar y el martes menos. Renunció. Mi hijo la extraña, y yo también. Creo que actué mal, porque me aproveché de la situación y ella se murió de la vergüenza. No me contesta el teléfono y estoy desesperado.

MIGUEL

Mi gran Micky:

Primero me limpio la tarasca, me saco el sombrero y le prendo velas a un macho como usted. Que limpió poto con cacuca, que dio papa, que llevo a su niño al colegio. Esos casos se dan uno en miles, al igual que su madre que valió callampa y decidió arrancarse dejándole el crío. Pero bueno, ella tuvo sus motivos y su gran amigo le sopló la dama. Sí, sufrió, lloró, se las mamó y lo apuntaron con el dedo por venado. Sin embargo, el tiempo le puso la mejilla para que usted le diera un beso: se transformó en un taita tan envidiable,  que hasta la tía del jardín se enamoró de usted. Claro, se copeteó y lo invitó a partir la torta. Y ahí el hombre caminó rapidito a acompañarla. Y al final partió la torta y partió otra cosa. Y ahí viene la historia tonta y absurda. A la mina le dio vergüenza y no quiere verlo. Y el asopado se queda en la casa escribiéndole al Doctor Cariño en vez de correr a los brazos de la reina. Ella lo quiere y le da plancha que usted cache que se entregó altiro. Pero vaya, ámela y dígale que da lo mismo todo lo del sexo. Al final fue rico. Quiérala y aproveche, mire que su cabro chico la adora y los tres podrían ser una familia terrible de pulenta. No sea gil. La mano está.

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