Doctor:
Estoy perdidamente enamorado de mi polola, pero al final me estoy muriendo de rabia porque ella se compró un poodle. Llego a verla y no me pesca. Sólo está acariciando al perro peludo y a mí que me coman los ratones.
El otro día estábamos haciendo el amor y, aunque no lo crea, el maldito can saltó sobre mí y me mordió el trasero. Me puse a gritar como enfermo y ella sólo reía y no me asistió en ningún momento.
Partí a la posta con un amigo y fue él mismo que me recomendó que no volviera más a esa casa, porque la hembra -me aseguró- se había vuelto loca.
Yo la amo, pero tampoco he recibido ni un solo llamado de su parte. Entonces no sé si sigo en esta relación o me echo el pollo.
Juan
Juanito:
El crespo quiltro, seguramente, le encontró el poto gordo cuando lo vio ahí en plena faena. Y lo mordió.
Hablando en serio, claramente que acá hay un tema fuera del tiesto hablando de personas normales. Si usted y ella aguantan estar íntimamente con un perro metido en esas cuatro paredes, es que ambos deben ir al locólogo.
Acá hay un poco más de cordura de parte suya, pero igual se cacha que se le arrancan los enanitos para el bosque. Por salud mental, hágale caso a su amigo, pues él es vivito y cachó que ella nunca más lo iba a llamar.
Capaz que lo del perro sea un cuento para deshacerse de usted para disfrutar de un patas negras o de un perro más grandotote. Lo mejor es que usted, mi caballero, se quede solito haciéndose un causeo.
Tus consultas y dramas de tipo amoroso pueden aparecer en la Ventanita Sentimental si las mandas a doctorcarino@lacuarta.com