Cuando me iba yendo a la pega con el canto de la diuca mañanera, sin querer queriendo me encontré de golpe y raja con mi vecina que estaba recibiendo en su puerta a un tipo que nunca había visto.
Doctor Cariño:
La semana que pasó me tocó turno de día y no sé por qué Diosito me mandó esta prueba. Cuando me iba yendo a la pega con el canto de la diuca mañanera, sin querer queriendo me encontré de golpe y raja con mi vecina que estaba recibiendo en su puerta a un tipo que nunca había visto. Se dieron un beso, muy rápido, y lo fondeó como una luca a fin de mes.
Yo quedé para adentro, porque no sabía que al vecino, que trabaja en la policía verde, lo nuqueban, ni menos con tanto descaro. Pero la historia no quedó ahí. A los pocos días, iba a la feria y la vecinita me atajó en la esquina. Me dijo que la acompañara a su casa para aclararme lo que yo había visto, y sin darme cuenta me coimeó con besos, caricias y un surtido de cariñitos. Ahora me siento un traidor y patrañero. Socorro.
Lalo
Mi Lalo, lalona:
Se vienen los días de recogimiento y cuando vea al chascón del barrio convertido en Jesucristo Superestrella por favor acuérdese del amigo de la luma, que a esta altura debe tener tortícolis. Me queda la sensación que usted se siente una pobre víctima de la vecina que parece piraña del Amazonas, y se come lo que venga. Pero no.
Usted no es mejor persona que el patas negras que vio entrar de madrugada, cuando la cama aún estaba tibia. ¿Porque no creo que lo hayan hipnotizado como el coño de Tony Kamo, y sin darse cuenta terminó haciéndole pilates a la vecina, cierto? No sé cómo terminará la historia, pero por hacerse parte de la patraña si se lleve un lumazo tendrá que comérselo calladito, nomás.
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