Doctor:
Tengo 30 años y nunca había pisado un café con piernas. Todo estaba tranquilo en mi vida hasta que un compadre de mi pega me llevó a uno de esos locales que quedan en el centro de Santiago. Y fui, y tomé café, y miré, y toqué, y me enamoré de una ecuatoriana que es un monumento de mujer. La invité a salir la primera vez y me dijo que no, que sólo salía con clientes conocidos. Y así estuve durante tres meses todos los días yendo a verla. Y la semana pasada me dijo que sí. Partimos a comer, luego a bailar y después a un motel. Cuando se sacó la ropa me dijo que sólo podía tocar y nada más. Quedé para adentro, porque si aceptó entrar al motel, supuse que estaba dado. Claro, me pedía 100 lucas. Le hice un cheque. Cuando se lo entregué me besó, me dijo que me amaba y me dejó más seco que pescado de cerro. Me enamoré, pero la próxima vez me va a cobrar. Pero tengo lucas.
Carlitos
Mire mi rey:
Si tiene plata gástese la vida con la ecuatoriana y dele vuelta todo, pero no se queje de que le cobran. Si al final la mujer es una acompañante con tarifa. Eso de que lo ama es puro cuento para que se saque los cocodrilos de los bolsillos y le pase la gamba. No se vaya a empotar eso sí. Por lo visto no es casado ni tiene pareja, eso lo hace libre para hacer lo que le plazca. Si quiere desembolsar dinero a cambio de un polvito, pague. Pero yo le recomendaría buscarse una minita en otro lugar. Para qué tan vicioso. Hay compañeras, cabras en la calle, en un barcito, existen tantas féminas de buen pasar y que no le sacarán ni un cinco. Yo le recomendaría que se saque bien el empacho con la ecuatoriana y después vaya en busca de una pareja estable.