Sorpresa en el gimnasio...

Mi querido Doctor: 

Lo menos que le vengo a hablar a usted es de amor. En realidad puede que sea amor, pero en fin, le cuento: estoy guatoncito y hace tres meses que voy al gimnasio con el fin de quedar impeque para la playa.

El asunto es que mi instructor es un compadre tremendo. Onda Hulk es una alpargata en comparación a éste.

El asunto es que él me deja como estropajo a punta de bicicleta, trote y mancuernas con una rutina.

Cuando estoy en las máquinas, él aprovecha de hacer espalda junto a un amigo. Son de los que se tocan los músculos, se toman batidos de proteínas juntos y el otro día me encontré con la sorpresa. Fui a bañarme y los vi a los dos en una ducha individual.

Cuando me cacharon uno se escondió, pero igual lo caché.

Creo que eso no corresponde para un cliente que quiere sólo bajar de peso y se encuentra con un compadre con la terrible pinta de macho, pero haciendo cochinadas con otro igual.

Eso era mi doc.

LA ROCA

Mi Rambo:

Eso le pasó por tener su ojo de lince vivo ante estas situaciones. 

El amor y la atracción entre personas del mismo sexo ya es una constante en todo el planeta. Pero el parcito de mastodontes no pueden jugar al teto en pleno gimnasio. 

Si les gusta dejar el jabón en el suelo para que lo hagan agacharse a buscarlo es problema de ellos. Usted debería denunciar lo que vio en la administración del gimnasio. 

Le insisto, el dúo dinámico es dueño de hacer lo que se les cante con sus vidas, pero para eso están sus casas. 

Usted no está pagando el gym para que gratis se encuentre con una película “traviesa’’ y menos en el baño donde usted mismito se va a duchar. 

Yo me cambiaría al toque, pediría que me devolvieran la plata y antes de bañarme iría pegado a la muralla. 

Ojo, que no se le vaya a desabrochar la zapatilla, porque si se agacha un poquitito a arreglársela, se lo encargo. Y a los gorditos les hacen chupete.

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