Doctor:
Trabajo hace siete años cosiendo blue jeans en Patronato. Me salvo bastante bien, pero mi problema es la compañera que llegó a la pega a coser botones. Es una peruana infartante. Tiene una delantera peor que la Tetarelli y una cintura de avispa. Más encima la forma de hablar deja loco a cualquiera.
El miércoles pasado la invité a salir, y me dijo que no. Al día siguiente insistí y nuevamente se negó. Hasta que llegó el viernes y me aceptó ir a bailar. Mejor todavía. Todo perfecto. Meta bailongo en Bellavista hasta que llegaron los lentos. Mientras escuchaba una bachatita de Romeo Santos abrazado a la limeña, abrí los ojos y vi un puño encima de toda mi cara. Terminé en la posta. Su pololo me ubicó o me cachó. En el recinto hospitalario estaba ella esperando que despertara, y cuando lo hice se despidió. Nunca más la vi. La amo.
Martín
Míster Martín:
Aprovechando la oportunidad de su nombre, quiero hacer un arito y mandarle un gran abrazo a la familia de Martín Vargas, el gran boxeador seco para el ala que se encuentra malito de salud por estos días.
Quizás una buena clase de este prócer habría servido para haber esquivado el flor de cornete que lo mandó a la posta, pues hijo. En todo caso, debe haber sido impactante estar abrazadito a una mina rica bailando romántico, para después abrir los ojitos y encontrarse con un combo en todo lo que es hocico. Terrible.
Pero son las enseñanzas de la vida. Antes de invitar a una minita a salir y tirar las manos al toque, se hace necesario conversarla bien para conocer detalles. Usted ni cachaba que ella tenía un macho que le roncara. Y más encima lo prefirió a él y no a usted. Claro está que después de comprobar de que estaba vivo en la posta, lo miró y se fue para siempre. Siga con sus blue jeans y cuando baile apretadito, hágalo con casco.