Doctor:
Le escribo para que quede claro que no pido consejo, porque ya lo tengo todo decidido.
Es más, ya está hecho. Me casé ilusionada con el hombre que amaba: alto, guapo, inteligente, profesional de la salud y de un futuro brillante.
Fuimos felices hasta que me fueron con el chisme de que mi marido era el sultán del hospital, todas pasaban por sus manos.
Es más, lo comprobé y me fregó la vida. Nos separamos y he pasado tres años bien, rehice mi vida, pero sin amor, sin hombre.
¿Sabe por qué? Porque estaba siempre la posibilidad de que volviéramos y porque él estaba cerca. Pero ya no aguantó más…
¡Quiero un hombre! Como sea, chico, alto, lindo, feo, flaco, guatón, no sé.
Pasó que hace poco conocí a un camionero vecino, soltero y quedamos de acuerdo en que me llevara a pasear a la costa y con amor de por medio. Le dije que sí a todo, que va a pasar de todo. Me lo merezco, ¿no cree?
Isabel.
Guachita mía:
Por favor, claro que se lo merece, de más que sí.
No se eche para atrás, échese para adelante y para atrás duro y parejo con su camionero.
Después de haberse casado y entregado media vida a un gorrero profesional, lo menos que merece es pegarse una sacudida de pallasa como debe ser con su rey de los caminos.
No se sienta intimidada, ni vergüenza, ni nada.
Es más, sea una sinvergüenza, lúzcase en el ring de cuatro perillas o en la litera del camión de su amado.
Ya, mija, dele no más. Y si no sale bueno el camionero, búsquese otro. Lo importante es darle placer a ese cuerpecito que el Pulento le dio. Besos.
Tus consultas y dramas de tipo amoroso pueden aparecer en la Ventanita Sentimental si las mandas a doctorcarino@lacuarta.com